TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

lunes, 24 de noviembre de 2008

PUNTO DE REFLEXIÓN :«Dónde está, oh Muerte, tu victoria?»(1 Cor 15,55)

Con estas palabras apostrofa a la Muerte San Pablo al final del capítulo 15 de su Primera Carta a los Corintios, dedicado a tratar de la Resurrección de Cristo y de la futura resurrección nuestra. Dice así el himno triunfal que emplea como colofón: «Cuando este ser corruptible (nuestro cuerpo) se revista de incorruptibilidad, y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: La muerte ha sido derrotada en la victoria. ¿Dónde está, oh Muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh Muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado... Pero gracias sean dadas a Dios que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo (1Cor 15. 54-57). San Pablo alude a un pasaje de Oseas 13. 14 con cuyo texto hace un ingenioso juego de palabras. La frase que el profeta ponía en labios de Yahvé, preguntando a la Muerte dónde tenía su aguijón, para que lo empleara en castigo del pueblo infiel, la usa Pablo ahora para preguntar a la Muerte dónde esconde su aguijón, que ya no funciona. Y es que en la mañana del Primer Domingo de Pascua, aunque entonces no había periódicos que lo publicaran con grandes titulares tuvo el mundo conocimiento de que la Muerte había sido vencida. No es que se hubiera descubierto algún fármaco que curara todas las enfermedades y evitara la muerte. Es que la misma Muerte había sido derrotada y superada. Introducida en el mundo como castigo del pecado, había sido ahora aniquilada por Jesús, que, al destruir el pecado y conceder a sus seguidores la posibilidad de liberarse de el, les había dado con ello la oportunidad para liberarse de las garras de la muerte. Como él acababa de hacer resucitando de entre los muertos. Por ello, <Dios ha cumplido lo que anunció por Isaías: «Consumiré a la Muerte definitivamente» (Is 25, 8). Y así lo vio San Juan en el Apocalipsis: «y el mar devolvió los muertos que guardaba, y la Muerte y el Hades devolvieron los muertos que guardaban y la Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego» (Ap 20, l3ss). «Y no habrá ya Muerte, ni llanto, ni gritos, ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado» (Ap 21, 11). Seguirá teniendo la muerte su apariencia tosca para los que vivimos aquí. Y habrá que pasar por ella, por que ése es el precio de nuestro pecado: ser aguijón de la Muerte. Pero la fe nos asegura que los muertos en Cristo no están muertos. El ha vencido a la Muerte para Sí y para nosotros.— está, oh Muerte, tu victoria? ¡Gracias sean dadas al Señor que nos ha dado la victoria sobre ella por Nuestro Señor Jesucristo!


CUESTIONARIO


¿Nos entristece la muerte como a los hombres que no tienen esperanza?


¿Estamos seguros de nuestra victoria definitiva sobre la Muerte si permanecemos unidos a Cristo?


¿Se lo agradecemos debidamente?

martes, 18 de noviembre de 2008

Tránsito de ida y vuelta


1. El fugaz recuerdo de su inicio


Había utilizado aquella misma vía de acceso, en infinidad de ocasiones a lo largo de no sé cuantos años. Aún conociendo su peligrosidad, pues los escalones, además de empinados, estaban muy desgastados, jamás había tenido el más leve percance. En definitiva que por desatención, por confianza, o por la acostumbrada mala suerte de estos casos, me deslicé escalera abajo y fui golpeándome en la espalda, escalón tras escalón, hasta completar el tramo de la escalera, unos 24 escalones. Los cuatro primeros percutieron fuertemente en mis músculos y costillas. Como consecuencia de esto mi respiración se hizo dificultosa, instantes después me sobrevino una sensación de sopor, estado previo a la inmediata e irremediable pérdida de la conciencia. La reiteración de los golpes en mi cuerpo al multiplicarse, dejó secuelas internas en mi organismo de consideración.

2. El recuerdo del primer y breve despertar. Una persona, una voz hacia la esperanza.

No puedo precisar con exactitud cuanto tiempo permanecí inconsciente. Al recobrar la conciencia, intenté levantarme, fue un acto inútil, tan solo pude incorporar mi cabeza y de manera difusa me contemplé allí tirado sobre el rellano de la escalera. Insospechadamente una voz cálida me susurraba palabras de ánimo y me aportaba tranquilidad. Mi mirada buscó con afán la procedencia de aquella reconfortante voz. Unas pequeñas manos sujetaban mi confusa cabeza y me la hacían reposar, de nuevo en el frío suelo. Adivinaba su silueta, pero mi visión borrosa no me dejaba perfilar la imagen con nitidez. Intenté articular algún sonido, mezcla de dolor y de acción de gracias. Sin embargo, fue en vano porque tan sólo pude musitar un ronquido sordo. Una sensación de asfixia me embargaba y esto me hacía caer en una excitación nerviosa, de tal envergadura, que me hacía jadear en exceso. Como consecuencia de esta frenética actividad, de nuevo, perdí el conocimiento.


3. El recuerdo del segundo despertar. La dudas de la cruda realidad.

Una luminosidad hiriente me hacía encoger mis párpados para proteger mis ojos. Un fuerte olor a cloro inundaba la estancia. Todo alrededor mío despedía un color blanco inmaculado. En mis antebrazos, notaba unos fuertes pinchazos, traté de levantarlos y me fue imposible. Levemente incorporé mi cabeza y comprobé como mis miembros inferiores y superiores estaban asidos con vendajes a los laterales de la cama. Asimismo, la sensación de presión y punción iba creciendo. Pude comprobar como existían varios tubos que se infiltraban, a través de la piel de mis antebrazos, por lo que justifiqué esta sensación desagradable y dolorosa, producida por las respectivas agujas o vías de suministro de toda suerte de sustancias y alimentos intravenosos.
Una vez reconocido el medio en el que me encontraba, porque había logrado habituar mi visión a la intensidad lumínica imperante, me sobrevino unos deseos irrefrenables por conocer, urgentemente, noticias sobre mi estado de salud y cuánto tiempo llevaba hospitalizado.
Mis pensamientos estaban demasiados confusos. Mi cerebro muy torpe, aún, no podía discurrir con normalidad. Así con la mirada perdida en la ventana de aquella habitación, pasé largos espacios de tiempo. No sé cuantificarlos, porque para mí el tiempo había perdido cualquier referencia objetiva. Minutos, horas, es difícil de precisar. Se sucedían los tiempos muertos y nadie aparecía para visitar a este torpe y convaleciente paciente. ¿Por qué no acudían las enfermeras, el personal médico a cargo?
A través de aquella gran ventana, se colaba la luz solar. Pero, por mucho que transcurriera el tiempo, el sol no caía. La luz mantenía su intensidad invariablemente.
¿Qué pasaba aquí, no había sucesión de días y noches, no había vigilancia médica, nadie me informaba de mi estado? ¿Estaba, en verdad, en un hospital?
Estas preguntas y otras muchas de parecidos planteamientos me agitaron en la cama sobremanera. Una fuerte presión en mis sienes dio paso a una necesidad de desconectar de esta tensión obsesiva por lo que de nuevo, tras no sé cuanto tiempo de vigilia, de manera gradual sucumbí al estado del descanso.

4. El recuerdo de tercer despertar. El proceso de reconocimiento de mi entorno.

Iba recuperando la actividad en mis sentidos de percepción de la realidad circundante. Aturdido todavía, quizás por el prolongado periodo de sueño al que había estado sometido, me incorporé sobre el lecho y comprobé como en la actualidad permanecía libre de ataduras y entubamientos. Con cierta cautela, me aventuré en bajar de la cama y después de soportar algunos vaivenes logré corregir mi sentido del equilibrio. Totalmente desnudo y descalzo comencé a caminar lentamente. En primer lugar me acerqué a aquella gran ventana, fuente de atención de anteriores despertares. Al llegar a ella, comprobé fielmente que la luz que provenía de ella era totalmente artificial. Una vez reconfortado con el acierto de la apreciación que había podido intuir desde mi anterior posición yacente, me encaminé hacia la puerta de la habitación. Abrí la puerta y una vez más, desde aquella posición, giré el cuello para ratificar el contenido de la que había sido hasta entonces mi lugar de confinamiento. Un cierto grado de alivio liberador recorrió mi espíritu. Posicionado en el gran pasillo tenuemente iluminado, caminaba con cautela. Miraba mis pies descalzos avanzar por aquella superficie de mármol blanco. Suelo, paredes, puertas, todo de color blanco. Era un pasillo amplio y larguísimo. A ambos lados del mismo se repartían sucesivas puertas de acceso a otras tantas habitaciones. En este amplio espacio no existían sillas, ni mesas, ni elementos decorativos, estaba iluminada con una luz indirecta distribuida con precisión matemática.
Silencio absoluto. Aquel entorno frío, despersonalizado, dotaba a la experiencia que estaba viviendo de un carácter no sólo extraño, sino también huérfano de sentimientos. Mis sensaciones no eran desagradables, pero ni mucho menos me sentía cómodo con esta situación. Allí me encontraba en un pasillo descomunal, de no sé que institución, completamente desnudo y descalzo, llevaba andando con cierta seguridad desde hacía algunos minutos y aquel pasillo no se le veía fin. Todo era nuevo para mí, pero sin embargo mi persona aceptaba aquella situación sin fuertes contrastes en mi estado de ánimo. Sí, reconocía que la situación por la que estaba pasando no era regular, no tenía información contrastada de cual era mi verdadera situación, no había contactos con ninguna otra persona desde hacía mucho. Intuía que aquellas paredes deberían ser, no podía ser otra cosa que una residencia hospitalaria, en la que me reponía de las consecuencias de la desafortunada caída. Sin embargo, esto era una sospecha que poco a poco se iba diluyendo, porque, ¿Qué centro sanitario está tan desierto de personal, de mobiliario? De personalidad intranquila, a veces nerviosa, en mi pasado inmediato, mi actual respuesta, tan solo se quedaba en un planteamiento de búsqueda de mi actual destino. Con lo que me estaba aconteciendo, para cualquier mortal, hubiera sido más que suficiente para dejarse llevar por el descontrol emocional cercano a la histeria. Sin embargo, allí estaba yo, a la expectativa, es decir levemente preocupado por mi devenir. Tan solo una inercia instintiva me hacía avanzar, de manera mecánica, dejando tras mía a izquierda y a derecha, puerta tras puerta, así, ni siquiera nacía en mi interior el más mínimo gesto de curiosidad por conocer sus interiores.
Me había convertido en un caminante errante. Un ser artificial y profundamente desmotivado, con carencias de sentimientos, sí, era como si me hubiera contagiado de la frialdad reinante entre aquellas paredes. Mi capacidad de reacción, la improvisación creativa que intenta resolver problemas, mi inteligencia como vehículo de adaptarse a las circunstancias, se había paralizado y quizás atrofiado.

5. El reconocimiento de mi incapacidad e indefensión como punto de partida.

No podría cuantificar cuantos metros de este pasadizo amplio o galería había recorrido. Decenas de puertas, a ambos lados de mi discurrir, las había dejado atrás. De manera autómata continuaba mi peregrinaje sin destino definido. Desde hacía bastante, comenzaba a estar hastiado de caminar de manera rutinaria. Sin embargo, esta sensación no daba paso a la anulación voluntaria de aquel comportamiento incesante de proseguir mi marcha. Me encontraba como manipulado y vinculado hacia una actuación que por supuesto estaba lejos de mis apetencias. No obstante, ni un momento de reflexión, ni una duda, ni un solo momento de parada. En mi faz, no había gestos de contrariedad, no transmitía lo que en mi interior trataba de aflorar. Sí, sin duda, desde lo más hondo de íntima persona, lentamente, se estaban generando algunas impresiones o elementos liberadores que podrían proyectar sobre mi futuro inmediato un cambio radical a la hora de razonar.
En efecto, mi actual disposición con respecto a mí, hasta ahora, forma de proceder había tocado fondo. Mi intelecto había estado dormido, pero una vez asumido este proceso degenerativo de inactividad, despertó y desencadenó un grado de rabia e inconformismo tales que acumuló energías suficientes para romper con la dinámica pasiva que hasta ahora había imperado. El primer fruto de esta autonomía de acción fue el cambio de actividad de manera fulminante. Repentinamente, giré hacia la derecha y penetré al interior de la estancia contigua. Sí, era un pequeñísimo hito de raciocinio, más bien producto de un impulso evasor de la rutina impuesta. Sin embargo, este sencillo ejercicio de elección, fue el principio orientador de aquel enigma en el que estaba envuelto.


6. El renacer a las fuentes del conocimiento.


Por primera vez desde hacía mucho tiempo, me embargó una tremenda sensación de miedo, era un sentimiento que se me hacía tan evidente que podía notar como los escalofríos recorrían mi cuerpo. Tomé conciencia térmica de mi desnudez, de la hinchazón de mis pies, del dolor en mis brazos por las numerosas huellas de los diversos pinchazos. Acuciado y desbordado por el mar de renovadas sensaciones y como si de un recién nacido se tratara me agaché y en posición fetal me parapeté contra la blanca pared de la habitación, escuchaba algunos sonidos de fondo y tímidamente fui elevando mi mirada hacia el origen de la información acústica que desde hacía mucho no percibía. El grado de mi admiración fue creciendo por momentos, si me vierais, podíais comprobar como la apertura de mis ojos e incluso de mi boca, retrataban a una persona perpleja y ávida de saber todo lo que allí se estaba representando. El espacio descrito era el tan recordado dormitorio de mis padres, mi padre y una señora vestida de blanco manipulaban hacia el interior del lecho. Continuaba impresionado con esta saturación de imágenes. Mis sentidos, como si estuvieran estrenándose, percibían con una agudeza y sensibilidad insospechadas para mí. Continuaba sentado y apoyado en la pared y como deseaba conocer más detalles de aquella visión, tan solo el pensar en desplazarme hacia allí provocó que mi percepción se desplazara al lugar del suceso y con una visión panorámica, lateral, de acercamiento, de vista cenital, el detalle descriptivo fue completo. Era como si mi cerebro tuviera la capacidad de atraer y adaptar el mejor plano para contemplar lo que me era necesario. Sí, era increíble, allí estaba mi madre, tendida en la cama, estaba siendo auxiliada por una enfermera y por mi padre a ambos lados. Escuchaba perfectamente la conversación de todos, mi madre gemía de dolor y la matrona con voz grave, le aconsejaba que respirase profundamente y que aprovechara los pujos. Sin, era tan real, como si estuviera ocurriendo allí mismo, era una visión tridimensional con una perfección de imagen tal que tan solo faltaba el que pudiera integrarme con ellos y participara de aquel acontecimiento. Era el nacimiento de su primer y único hijo, claro está ése era yo. Me sobrecogía de emoción, mi madre sudorosa y cansada por fin había terminado los esfuerzos propios del parto. La matrona terminaba de cortar el cordón umbilical. A continuación los pujos últimos del llamado parto chiquito, de expulsión de la placenta y todo había sido consumado. Entre paños de algodón mi primer llanto se hizo patente, y los comentarios jocosos de todos se hacían patentes. Sí, os lo aseguro, mi estado de estupefacción no tenía enmienda, había presenciado mi propio nacimiento y había sido maravilloso. Nunca, me había podido imaginar que este hecho fuera tan emotivo y conmovedor. Gracias a esta visión había vivido intensamente mi propio nacimiento y este fenómeno, más allá de su propia observación, no se había supeditado a una mera contemplación de su película, no, aquel realismo en imagen, en olor, en sonido, había otorgado unos perfiles de conocimiento inimaginables para cualquier mortal que se precie.

7. Más allá de los límites de lo razonable.


¡Ah, lo que hubiera dado por haber podido comentar con alguien este acontecimiento¡
Sí, por qué no, me gustaría departir, sobre todo con ellos acerca de esta buena experiencia. Con avidez inusitada segundos más tardes mis ojos buscaron la mirada de mis padres. Una inmensa seguridad de que aquella locura, una más, iba a tener una consecución positiva me inundaba. Así fue, nuestras miradas se encontraron y de una manera natural y directa se cruzaron afectivamente. Tras esta mirada de complicidad entre padres e hijo que destilaba esencias tan profundas, tan cálidas, tan afectivas, tan generosas de mutuos agradecimientos, hicieron que desde nuestros respectivos lagrimales brotaran lágrimas de amor incontenible por una felicidad sublime. Totalmente desbordado por este último acontecimiento mi mente quiso, aún, adentrarse en el límite de lo imposible, así, me acerqué tanto a mis progenitores que incluso pude tocarlos, abrazarlos, sentir su textura, su temperatura corporal. Extasiado, pues había encontrado a mis seres más queridos, aquellos que había perdido hacía ya más de una década, todo eran palabras entrañables, ambiente íntimo que me hacían regocijarme sin parar. Allí entre su regazo estaba el retoño, era la imagen viva de mi propia identidad en tiempos de recién nacido, era un bebé rollizo y aún enrojecido por los rigores del parto, tal cual aparecía en las fotos de familia que habitualmente había contemplado en innumerables ocasiones. Por consiguiente, allí, delante de mí, se estaba dando una duplicidad de identidad en lo que se podía denominar como dislocación o desdoblamiento temporal, el futuro observaba con deleite su propio pasado y ambos cohabitaban en un fenómeno único, increíble y casi imposible, pero la realidad de la evidencia inmediata dictaba una contradicción más, una más que añadir a esta arrebatadora aventura en la que estaba envuelto. No me resistía a seguir disfrutando de este maravilloso encuentro, pues presentía que sería muy efímero y que además todavía me quedaba mucho que recorrer y probablemente algunos hechos venideros no serían tan placenteros como el presente.
Como gesto de cariño, extendí mi mano hacia el precioso niño, que se encontraba recostado en posición fetal, llegué a palpar su abdomen sonrosado y abultado. El pequeño ajeno a mis caricias seguía libándose su pulgar derecho, en unos segundos mi cuerpo sintió una desconocida conmoción, era como una invasión masiva por cada parte de mi cuerpo de una energía potencial que al mismo tiempo que renovaba mis órganos, mis músculos, mi piel, me iba mutando en otra entidad diferenciada.
Súbitamente la estancia volvió a su normal estado. Tan solo una cama ocupaba parcialmente la vacía estancia. De nuevo había sido devuelto a la fría y cruda realidad de un ambiente, que ahora sí, estimaba desagradable y gélido. No obstante, desde mi interior algo había cambiado profundamente. Además de conservar en mi memoria las esencias positivas de la reciente experiencia vivida, como alimento estimulante en ulteriores momentos de depresión. Tenía una vitalidad extraordinaria y unos deseos de continuar sin desfallecer en mi particular éxodo por este sorpresivo mundo de lo inesperado.

8. Un guía llamado Krol.


Me dispuse a abandonar la estancia porque intuía que mis vivencias en la misma habían finalizado. Así, que me adentré, otra vez, en aquel inacabable y amplio pasillo de reiterativa presentación. Llevaba caminando bastante tiempo, aún continuaba totalmente desnudo, sin embargo, desde la renovación energética a la que me había sido sometido, no sentía ningún tipo de molestias externas. Cayendo en la rutina de andar sin destino prefijado, cerré los ojos recreando la imagen de mis padres y fue tan motivadora que permanecí así durante algunos segundos, esta pérdida de la visión exterior fue suficiente como para que de forma inesperada un obstáculo me impidiera avanzar. Abrí los ojos y allí estaba él, un hombre de cabellera rubia y vestido totalmente de blanco, su edad era aproximadamente la mía, de unos 40 años.
- Hola, me llamo Krol, soy tu guía. Me alegra comprobar que mi presencia ni tan siquiera te ha inquietado. Eso demuestra que la conversión energética ha sido un auténtico éxito. No siempre es así de efectiva, reconozco en ti a un aventajado introducido porque has sabido canalizar perfectamente tu primera gran prueba.
- Gracias, no sabes qué feliz me siento al poder contar con alguien que me pueda orientar. Aunque gracias a Dios, ahora me encuentro mucho mejor, quizás tengas razón es como si me hubiera robustecido.
- No lo dudes José, así ha sido, antes de la gran primera prueba, has pasado por el período conflictivo de la acomodación a una nueva dimensión. Tras, muchos días de debatirte entre la vida y la muerte tu etapa terrenal se transformó. Sin embargo, nuestros espíritus, cuando se disponen a transitar a otra esfera superior, si lo hacen de manera traumática, no asumen con prontitud esa faceta de ascenso. Tu opción de cambio producido por una caída brutal e inesperada, tu edad, tus asuntos pendientes en la tierra, te habían aferrado a lo terrenal, por eso dentro de ti se organizó una verdadera contienda entre lo que tendía a otro plano superior y lo que aún se aferraba al inmediato inferior.
- Te estoy muy agradecido, ahora empiezo a comprender episodios recientes. Por lo que me dices, es inequívoco el aceptar el que estoy irremediablemente muerto.
- Bueno, José, entiende, que aún tienes muy reciente tu proceso de tránsito, es lógico que el concepto de vida y muerte sea contemporáneo a tu percepción desde la esfera de lo terrenal. Sin embargo, es hora de que asumas, que el concepto de la vida es infinitamente más amplio, estamos en un plano de vida más evolucionada. Por lo tanto, la vida tal cual la has desarrollado, hasta hace poco, estaba condicionada en exceso por una estructura corpórea débil y limitada. Así tus potencialidades para poder saborear y adentrarte en las mieles del conocimiento sin barreras, estaban mediatizadas y se veían determinadas por factores de herencia y ambiente, aquí esto no sucede. En definitiva, tu vida se ha transformado y ha evolucionado más allá de lo que puedas imaginar, incluso procesos como avances y retrocesos en el Tiempo son viables.
- Comprendo ahora el porqué de estas nuevas formas de sentir. Estas nuevas experiencias que me posibilitan acceder a regresiones en el tiempo y llegar a hacerlas presentes en mi actual dimensión de percepción.
- Bien, compañero, mi trabajo no sólo es ilustrarte acerca los pormenores de esta nueva existencia, fundamentalmente es guiarte hacia tu destino. Como verás aquí, ya ha terminado este vehículo de conexión en el que has habitado durante el período de adaptación. Mira antes de que puedas tomar posesión de tu destino, deberás cumplir al menos una prueba más. La primera ha correspondido al pasado, intuitivamente tu espíritu seleccionó tu nacimiento a la vida terrena. Fue un encuentro fructífero con tus ancestros en el cual además de percibir su aceptación y apoyo te beneficiaste de la plena e intachable energía del recién nacido. Con esto, has cargado en tú haber unas energías que te vendrán muy bien para acudir a las próximas citas. A continuación desde esta otra sala en la que entramos a continuación, podrás introducirte en lo que en estos momentos sucede en el presente de tu anterior existencia. No te perturbes, estaré contigo al final de la sesión, ahora es menester que acudas solo a esta nueva cita.


9. La segunda y definitiva prueba.


Sin mediar otro comentario me dispuse, una vez más, a vivir una experiencia, que al igual que anteriores ocasiones estaba cargada de lo más imprevisible. Analizando lo que el guía me había relatado, era yo mismo quien provocaba las consiguientes imágenes que se producirían. Así, estas mismas estarían relacionadas con el estado de inquietudes y motivaciones que dentro de mis más hondos sentimientos aflorasen. Era cierto, que desde el punto de partida anterior, el que se produce después de presenciar la llamada primera prueba de mi nacimiento, los elementos que mis facultades barajaban eran además de más diversificadas, de mayor profundidad. Por consiguiente, mi expectativa en cuanto a una posible especulación de lo que me iba a encontrar a continuación era totalmente desconocida por mí. Me relajé y esperé tranquilamente. En pocos minutos las imágenes tridimensionales se sucedían de manera vertiginosa. Una gran cantidad de seres indefensos, niños, ancianos, hombres y mujeres, vagaban como almas en pena. Su estado muy precario, sus gestos de abatimiento, sus expresiones transmitían sentimientos de humillación, desesperación. A través del arcén de una estrecha carretera de arena polvorienta, al rigor de un sol de justicia, una columna irregular de personas se desplaza cansina sin un destino apreciable. Desde mi posición de espectador sobrecogido, van pasando mujeres con sus pequeños a cuestas. Algunas dirigen su mirada hacia mí, ni siquiera llegan a abrir sus labios, porque quizás ya lo hayan hecho tantas veces de manera improductiva que sus escasas fuerzas las reservan para el camino. Hombres apoyados en sus muletas, la mayoría con piernas amputadas por las contiendas bélicas. Niños mutilados de pies y manos por culpa de las minas antipersonales. Son imágenes impresionantes, conmovedoras. Es una llamada a la Solidaridad Humana, esa que aún en nuestros tiempos es tan escasa en cantidad y calidad. Muy preocupado me adentro en esa interminable columna humana, estoy sufriendo durante apenas segundos el combate insoportable de un calor seco que todo lo arrasa. Me acerco a una mujer que transita a mi lado y le hago ver que su bebé ha fallecido. Ella, no me contesta, ni siquiera se para en su lento discurrir, tan solo coge a su niño en brazos y se lo acerca a su desnudo y escuálido pecho. Giro mi cabeza hacia atrás y veo entre la escasa vegetación de este mísero camino, a infinidad de ancianos, excombatientes, mujeres y niños, que sentados y acostados, van quemando sus últimas fuerzas y esperan su fatal destino. Desolado y superado por el horror de esta experiencia, me arrodillo en tierra y exclamo un grito de impotencia. Jamás me había podido imaginar tanta miseria, tanta necesidad, tanto lamento, sí, nos habían acostumbrado a ponernos por televisión, en horas de las comidas, imágenes parecidas a las que estaba comprobando. Sin embargo, a fuerza de verlas o de cambiar de canal cuando las exponían, nos hacíamos insensibles a sus efectos. Además otra cosa muy distinta es compartir, a su lado, allí mismo, sufriendo sus carencias. Esto sí que es una forma inexcusable de hacer flaquear a mentes egoístas, personas carentes de querer compartir con quién no posee nada. Todavía permanecía arrodillado, como muestra de mi incapacidad de hacer algo por remediar aquel sufrimiento. Levanté mi mirada al cielo y supliqué compasión al Creador, para que por su intervención y por supuesto por la de todas aquellas personas e instituciones que participan en la ayuda urgente a los más necesitados, socorriesen tanta agonía. Una mano, me rozó el hombro, un niño de no más de 5 años, muy delgado, esbozaba una tenue sonrisa. A continuación me extendió, con su pequeña mano, una onza de un chocolate casi derretido y polvoriento. Este detalle me estremeció de tal manera, que después de agradecérselo, tan solo pude aupar en mis hombros a mi pequeño y gran benefactor y continuar caminando al lado de sus padres. Ya no pensaba en nada más que caminar hacia un posible auxilio, no me importaba otra cosa que aportar lo que en mi mano estuviera. Fuera de auto justificaciones, sí, aquellos interesado argumentos que nos proponemos cuando decimos que podemos hacer muy poco por quienes pasan necesidades. Ya que lo pudiéramos hacer es una insignificante aportación inútil para paliar tanta hambruna. Pues sí, ahora, había comprendido lo equivocado que estaba, cada peseta, cada gota de agua, cada medicamento, cada alimento, cada esfuerzo que hagamos por sensibilizarnos, cada persona que venga a ayudar, cada mano que se ofrezca para regalar un poco de esperanza; es un ejercicio de valor incalculable. Sí, porque los que no tienen nada, aunque que sea, tan solo, con un pequeño aliento, con un gesto de misericordia, de acercamiento, de empatía, es testimonialmente suficiente para aliviar tanto y tanto sufrimiento.
En definitiva, que mi nueva estructura de pensamiento, más idealista, más altruista, operaba en mí unas ganas irrefrenables de actuar consecuentemente. Así, decidí, incondicionalmente, atender a mis próximos. Con mis propias energías, quizás no era una gran aportación en cantidad y tal vez tampoco en calidad, pero sí tenía a mi favor un factor decisivo; cual es la convicción de que actuaba por dignificar a quienes más lo necesitaban.
Sudoroso y cubierto de polvo, llevaba a hombros a mi pequeño amigo. Sus padres, siempre cerca de mí, no perdían ni un minuto la atención sobre mí. Yo les sonreía y trataba de aliviar sus penas, dándoles ánimos a través de los gestos que más familiares me iban surgiendo de mi improvisada creación. Tras unos minutos de avanzar por aquel camino arenoso y difícil, todos sentimos una gran conmoción porque a unos kilómetros de distancia se veían ondear las banderas de asistencia de la Cruz Roja. Así, las escasas fuerzas de la mayoría se vieron renovadas y entre todos comenzaron a entonar un cántico tribal, que imagino que sería de acción de gracias. Una vez llegado al centro de asistencia, entregué a sus padres su pequeño. Estos esbozaron una leve sonrisa y se dispusieron a guardar las largas colas de atención y aprovisionamiento.
Así terminó mi segunda prueba, allí de pie en la estancia aséptica mi guía Krol, me preguntó:
- Que tal José, ¿Contento?
- Sí, me encuentro muy bien. Mira, no necesito llegar a la tercera prueba, aquí me gustaría continuar siendo útil a los demás.
- A partir de estos momentos, tú dispones de tu inmediato destino. Yo he cumplido mi misión de introductor. Creo que has cargado tu espíritu interior de gran energía. Además esa energía la vas a canalizar hacia los más desfavorecidos y eso me halaga no sólo a mí, un mero cumplidor de la misión encomendada, sino al Creador. Volverás a la esfera de lo terreno con las fuerzas intactas de un ser neonato y de una persona con vocación solidaria. Enhorabuena. José. Siempre te recordaré.

10. Un tránsito de ida para comprender y otro de vuelta para compartir.


Desperté en la cama de aquel hospital de la Seguridad Social, allí a mi lado, escuchaba la encantadora voz, sí, aquella que al precipitarme por las escaleras cogió mi cabeza y la depositó en el suelo, aquella que me consolaba. No podía olvidarla, nunca podría olvidarla.
Han pasado más de 2 años desde aquella experiencia inolvidable. Sin embargo sigo teniendo presente y actual aquel proceso de Tránsito hacia la Vida después de la Vida. Un fenómeno que ha marcado totalmente mi existencia presente. Dejé todas mis ocupaciones, me casé con la enfermera que me atendió en el hospital, durante casi 6 meses en coma profundo. Sí, es la misma que afortunadamente me encontró maltrecho en el rellano de la escalera. Hoy ambos, participamos activamente en la misión seglar de un campamento de refugiados, aquí dentro del territorio árido y esquilmado del estado africano de Etiopía. Diariamente atendemos a muchos emigrantes que huyen de la pobreza y de la guerra, cuando les atendemos, calmando su sed, curando sus heridas, entregándoles pan y arroz, ellos siempre dejan entrever una leve sonrisa de agradecimiento. Es la misma que recuerdo e identifico en aquel mi pequeño amigo, el que me dio lo que tenía, tan solo una pequeña onza de chocolate.

17/11/2008
Autor: José Manuel Relinque Quevedo

domingo, 16 de noviembre de 2008

Evangelio del día 16/11/2008



Has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu Señor.


Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 14-30




En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: -«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que habla recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que habla recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabia que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabias que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues deblas haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes."

Breve comentario al evangelio:

Cuando se proclama la parábola de los talentos, todo el mundo parece tentarse los bolsillos: “¿cuántos talentos tendré? Soy rubio, tengo ojos azules, toco bien la guitarra, me voy a convertir en un as de las finanzas y, además, soy un manitas con el bricolaje”… Bueno, bueno, está bien pero, mire usted, no estamos hablando exactamente de eso. Todas esas cosas son talentos, sí, y con ellos puede usted llegar muy alto en “Operación Triunfo”. Ahora vamos al evangelio, y guárdese usted sus ojos azules para la televisión.
La Resurrección de Cristo ha dejado en nuestras almas el maravilloso tesoro de la gracia. Todos lo recibimos el día de nuestro Bautismo, cuando, sepultados en la Pasión del Señor, resucitamos con Él y fuimos bendecidos con el Don del Espíritu Santo. He ahí nuestro gran talento; he ahí nuestra gran responsabilidad. No sé si Jesús nos preguntará, en el día del Juicio, por lo que hicimos con los ojos azules o con las habilidades de bricolaje. Supongo que sí, porque todo lo recibido debe ser puesto al servicio de Dios. Pero lo que no puedo dudar es que, llegado el Juicio, Dios me preguntará por lo que hice con la gracia de mi Bautismo. Esa pregunta será inexcusable, y tendrá que ser respondida.
Falta, en la parábola, un personaje. Sobre él, Jesús no quiere ni hablar. Se trata del empleado que, habiendo recibido el talento, lo perdió, lo tiró, o lo despilfarró en su propio provecho. Es el cristiano que entregó a Satanás la gracia de su Bautismo a cambio de la estúpida recompensa del pecado, y ni siquiera se molestó en acudir al sacramento del Perdón para recuperar el Tesoro y comenzar de nuevo. Como la parábola no habla de él, no le dedicaré ni una línea más.
Luego está el empleado “negligente y holgazán”. Este personaje me hace temblar, porque llega ante su señor con el tesoro intacto. Ha conservado la gracia, probablemente ha ido a misa y ha rezado por las noches, ha visitado incluso el confesonario… Pero guardó la gracia en el alma como quien guarda un collar en el joyero sin usarlo jamás.Devolvió exactamente lo mismo que recibió: su alma. No es lo mismo, no, vivir en gracia que vivir de la gracia.
A los otros dos empleados los talentos les abrasaban. No podían retenerlos porque, para ellos, esas monedas eran fuego y necesitaban incendiar con él la tierra. Lo prendieron en sus hijos, en sus amigos, en las personas con quienes trabajaban. En otros muchos lo quisieron encender, pero a cambio recibieron desprecios. Por su entrega, el fuego de sus almas prendió también, merced al misterio de la comunión de los santos, en muchos hombres y mujeres a quienes ni siquiera conocían. Y, cuando Dios los llamó, pudieron decir: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”, o, lo que es lo mismo: “Henos aquí, a mí y a los hijos que Dios me dio” (Heb 2, 13)… ¿No son ésas las palabras con que la Virgen aparece, mostrándonos bajo su manto, ante la Faz de Dios?

viernes, 14 de noviembre de 2008

Relatos Éticos: De la miseria a la Misericordia


De la miseria a la Misericordia


De la miseria a la misericordia Inevitablemente, en este nuevo día que amanecía totalmente despejado, debería buscarme el sustento y acomodo. Atrás quedaba una muy húmeda noche, en la que a pesar de los excelentes cartones de frigorífico que preparé como improvisado lecho, además de las dos mugrientas y roídas mantas que me envolvían, una intensa sensación de frialdad me calaba hasta los huesos y me hacía tiritar como a un cachorrito. Tal vez era propio de la edad y de los más de veinte años que llevo en esta perra vida de la mendicidad.
A mis 50 años, mi apariencia externa, se aproxima mucho a una persona que acabara de cumplir los 75 años. En lo que respecta a mi salud en general, pues normal, según las circunstancias y dentro de lo poco que puedo conocer en lo que a ella respecta. Quizás debería citar algunas enfermedades, por lo evidente y llamativo de sus efectos. Como una bronquitis crónica diagnosticada, más que nada por lo aparatoso y constante de los golpes de tos que a menudo tenía. Otra cosita más era mi alcoholismo consolidado de dos décadas, que me obligaba a beber diariamente de tres a cuatro litros de vino, preferentemente tinto. Mi adicción al tabaco, pues me llevaba a fumar todo lo que cayese en mis manos. Estos eran mis síntomas adictivos, o mejor dicho mis vicios más evidentes que por supuesto minaban mi salud y la conducían, inevitablemente, hacia una inminente extinción. Digamos que esto es lo que saltaba a la vista, teniendo en cuenta que jamás había tenido la fortuna de acudir a una sesión completa, en un solo día, de chequeo médico. Sí, me refiero a esos exámenes corporales, por supuesto de altísimo coste, a los que algunos privilegiados hombres públicos se someten y que más tarde no se cortan lo más mínimo en aconsejarlo a los demás. Puerca miseria la de aquellos que nos venden, con hipocresía, su demagogia verbal. Como si este procedimiento de medicina preventiva estuviera al alcance de cualquier ciudadano de a pie, y por supuesto, muchos menos dentro de las posibilidades de un pordiosero como yo. Por lo tanto me imagino que algún que otro destrozo interno o cualquier otra patología diversa debo de llevar a mis espaldas, pero que más da ya que pueda conocerla, acaso : ¡Con lo que a simple vista se percibe!, ¿No voy ya bien despachado? Pensaréis que estoy acabado como persona y estáis en lo cierto. Mi destino es, en cuestión de un tiempo muy limitado, la desaparición. En definitiva, en más o menos compañía, con más o menos lujos, es exactamente el mismo final para todos mis congéneres. Sin embargo, lo que sucede es que mi paso por esta existencia ha sido menos productiva y plácida que para la mayoría del conjunto de la sociedad con la que convivo. Por lo que la vida de mi torpe discurrir por el mundo material habrá sido un absoluto fracaso. Es verdad, que también no soy un paria severo, hasta cierto punto tengo suerte, porque como y bebo, casi todos los días, mientras que millones de personas no tienen esa oportunidad y perecen extenuados. Por lo tanto, aunque ciertamente disminuido en mis facultades intelectuales, por los efectos degradantes del alcohol, todavía puedo objetivar y criticar determinados aspectos de mi comportamiento y el de los demás. Esta visión pesimista y cruda, es el único derecho que todavía me queda. Es más que un pataleo, es un grito de desesperación y de desahogo por toda la angustia que llevo dentro de mí. Una vez presentada mi realidad inmediata, plena de tintes pesimistas y casi tétricos, también es justo sacar a la luz, otros momentos en los que el humor y las risas tienen su infrecuente pero agradable presencia. Es verdad, que son momentos no muy abundantes, porque la penuria económica y la forma de vida en la que me encuentro no invitan demasiado a tener una predisposición favorable. Además con frecuencia sufro unos escalofríos que me quitan las ganas de todo. Tan solo, el vino o el brandy me ayudan a superar estas crisis. Por eso, ahora mismo, en ayunas, me disculparéis pero me voy a tomar el último cuarto de la botella de vino que me quedó anoche. ¡Ah..., sí, me cae en el estómago como un rayo!. Pero pasados unos segundos se me entona el cuerpo y puedo comenzar a echar los torpes primeros pasos de la jornada. Afortunadamente mi equipaje es muy liviano, una pequeña mochila de tela, en la que llevo algunos sucios e inservibles utensilios y la desgastada manta enrollada. Soy un indigente errante, no me gusta permanecer en el mismo lugar. Parece que algo dentro de mí me exige que todos los días cambie de destino. Me ha gustado andar mucho de aquí para allá. Pero ahora, ni mis piernas, ni mis pulmones me dan tregua. Me conformo con cambiar de callejón, a lo sumo de barrio. Cuando comencé mi vida de mendicidad, tenía todas las fuerzas intactas para poder cambiar, en un solo día, de poblaciones cercanas. ¡Qué más da!, poco a poco se acerca el final de esta puerca vida. Me apoyo en la señalización vertical. Sin darme cuenta, me he desplazado más allá de los límites del pueblo. A partir de ahora caminaré por el arcén muy lentamente. Trataré de alcanzar la siguiente población, aunque no tengo ni idea a cuanta distancia se encuentra. Me resigno a mi situación, si hoy no toca comer, ni beber, pues a fastidiarse tocan. Mañana será otro día, o tal vez alguien me recoja y me lleve al siguiente núcleo rural. El sol pega de pleno, no tengo más remedio que descubrirme la cabeza, porque el dichoso gorro de lana me está cociendo mi largo, abundante y apelmazado cabello graso. Estoy sorprendido, porque hoy estoy andando mucho más de lo que habitualmente vengo haciendo. Mis ataques de tos, ¡no es que los eche de menos, no, por Dios!, pero observo que hace ya un buen rato que no me dan. Además, aunque hace calor, no es excesivo. En los últimos tiempos, jamás mis escalofríos me habían abandonado, por lo que desprenderme de ropa estaba prohibido para mí, incluso en pleno verano. Esta sensación de tiritona me hacía conservar jersey y chaqueta. Sin embargo, además del cutre gorro de lana, me he tenido que quitar el roído abrigo y todavía me sobra la chaqueta descosida y el jersey gordo de cuello menos alto por el desgaste sufrido. Continuaba caminando a buen tono en mangas de camisa. No abandonaba el arcén, pegado totalmente a mi derecha. Ningún vehículo se había cruzado en mi camino.
Desde hacía más de, no sé cuantos meses, no me había bañado convenientemente. Sí, recuerdo que fue en las últimas Navidades, en el albergue en el que estuve pernoctando esa misma noche, o tal vez fue antes ... En fin, que más da desde cuando ocurriera la última vez, la acumulación de sudores y fluidos había constituido una costra insana en toda la dermis de mi cuerpo. Era como una protección especial ante, la pérdida de calor interior y también al mismo tiempo para que esta pátina grasienta sirviera de impermeabilizador. Al hedor propio, uno se acostumbra muy pronto. Lo mismo que a la indiferente huida que los próximos hermanos de especie ejecutan cuando me acerco a sus sensibles olfatos. Por lo tanto habituado a estas muestras de desaprobación y asumiendo que sus gestos de marginación son justificados por lo desagradable de mi presentación. Sepan mis espantados y pulcros congéneres que cuando uno se encuentra abandonado a su suerte, aquellas pequeñas cosas tan sencillas y directas, como es la de la higiene personal, pierden su oportunidad y base fundamental de la relación humana. ¡Para qué quiero perder el tiempo y las fuerzas en lavarme, si no tengo a nadie que me espere, que me acompañe, que me comprenda! Lo útil, lo inmediato, es evadirse de la penosa situación, comer poco y beber mucho para olvidar. El sudor invade todo mi torso, mis brazos y piernas. La cáscara de mugre, grasa, células muertas, como si estuviera sometida a un movimiento de ruptura, desmoronamiento y fragmentación, se iba desprendiendo, por la fuerza interior de un calor desconocido. Una sensación, apenas recordada, de pujanza en todo mi cuerpo estaba sobresaliendo por todos los poros de mi piel. Era una inercia irresistible que se abría camino al exterior, estaba claro que unas energías producidas por mi organismo se liberaban hacia fuera. Si esto no se produjera podría desencadenar un grado de calor insoportable para mis órganos internos. Minutos más tarde, camino completamente desnudo por el arcén de la solitaria carretera. Necesitaba aireación al máximo y por lo tanto me sobraba toda vestidura. Mi enjuta osamenta se beneficiaba de una ligera brisa, por lo que se suavizaba un tanto la sensación de quemazón interior. Mi piel sonrosada se beneficiaba de los cálidos rayos solares, una vez que se había desprendido de la corteza acumulada durante más de no sé cuantos meses de ocultamiento costroso. Tenía la boca muy seca y sin pensarlo más me dirigí a una pequeña casa de campo que había a unos 100 metros de distancia de la carretera. Mi recién estrenada piel funcionaba a las mil maravillas como autorregulador de la cantidad de energía desprendida. El sudor fluía a chorros por toda mi cara y se canalizaba hacia mi pecho y espalda. Al llegar al frente de la casa y comprobar que su cancela estaba entreabierta, no dudé, y perseguí el brocal del pozo cercano. Tras una rápida operación de izado del cubo al uso, no tardé demasiado en verter el contenido del preciado líquido reparador en mis resecos labios. Una ingesta violenta y desproporcionada de amplios buches de agua, propiciaba que algunos chorros de la misma se escaparan por mi pecho abajo. Saciada mi desenfrenada sed, repetí la extracción de varios cubos que sirvieron para refrescar mi ardiente piel. El sol estaba ya en todo lo alto, y me apetecía disfrutar de su calidez. No podía dar crédito a esta experiencia. Por fin al recuperar gran parte de los líquidos perdidos mi estado de equilibrio era tal que, podría decir que jamás me había encontrado tan gratamente complacido con mi actual situación. Como sabía que esto era pasajero, pues todo lo es en nuestra existencia, decidí aprovechar al máximo estas agradables sensaciones y sentado en el porche, en aquella silla de metal, permanecía ensimismado. El agua fresca del pozo había calmado mi sed biológica, sin embargo, dentro de mí un ansia, incontenible, de investigar qué era lo que me estaba pasando se abría camino en mis pensamientos.
Sorpresivamente la puerta de la casa de campo se abrió y una voz muy dulce me interpeló y me invitó a que me refugiase en su interior. Aquella amabilidad y cordial propuesta superó en mí, toda sospecha y cualquier tipo de fuga. La etapa que iniciaba, en este día afortunado, rompía radicalmente el nefasto período en el que, veinte años atrás, me había sumido. Tal como vino a mi vida, sin desearla ni esperarla, la oscuridad se estaba disipando. Una vez más el factor sorpresa se hacía presente en mi existencia, no obstante, la experiencia acumulada y el desgaste sometido, después de tantos años de privaciones y marginación, me hacían aferrarme a la última oportunidad de renacer, aunque fuera por un corto espacio de tiempo. Algunos días después… - Todo estaba muy bien condimentado y cocinado, el zumo de naranja era espléndido. Las manos de nuestra cocinera son tan expertas que todo lo que sale de su preparación es soberbio. - No exagere usted D. Pedro, es demasiado adulador. Lleva usted con nosotros tan solo un par de semanas y ha completado todo un ciclo de desintoxicación. En tan solo días, ha conseguido liberarse del mono del alcohol, de la dependencia del tabaco. Ha recuperado el apetito y el aspecto de su cara y el tono corporal ha mejorado enormemente. Sus problemas de respiración se han suavizado y tras los vapores de inhalación de eucalipto mentolado se van mejorando. Ha comenzado a hacer tareas agrícolas en la huerta, es usted una persona nueva. Pero lo principal de todo es que el primer paso lo dio usted solo, aquella forma de venir a nosotros completamente desnudo, con ese cuerpecito sonrosadito. ¿Se acuerda usted? - Sí lo recuerdo vagamente. ¿No sé qué o quién pudo darme esa fogosidad? No me lo explico aún. Sé que esta providencia me condujo a vosotros. Así gracias a ustedes soy un hombre de 50 años que quiere volver a retomar el pulso de su existencia. Esta segunda oportunidad no se me puede escapar. Aquí en plena naturaleza, entre amigos, está mi destino. Ahora puedo ver, con más claridad, que mi debilidad me hizo caer al abismo de la desesperación. Voluntariamente me lancé a un proceso de autonanulación. No hice caso a nadie, pudo más el instinto de la autodestrucción. Una vez dentro de la marginalidad, con la droga del alcohol como referente, mi suerte estaba echada. Por culpa de no haber querido aceptar la muerte de la mujer de mi vida, la que iba a ser mi mujer, mi novia de siempre. No quise aceptar los signos del destino y rompí con su cruel disposición. Fue un suicidio lento y atormentado. Tras años de lamentos y desgracias, nadie, absolutamente, nadie me ofrecía una ayuda. Era un paria de la sociedad y merecía estar apartado porque mi presencia era desagradable a la vista de la sociedad, al fin y al cabo, ¿todos nosotros somos así porque hemos querido? Os lo dice alguien que ha estado allí dentro, dos décadas, ¿de verdad creéis que es plato de buen agrado vivir así? ¿Pensáis que si hubiera medios y personas dedicadas, no habría un gran proceso de rehabilitación general? ¡Sí, ojalá esta fuerza desconocida, que a mí me ha beneficiado, actuara como primer y básico motor de ruptura, para ofrecerse a las personas que lo necesitaran, y pudieran completar la labor de auxilio y recuperación¡ - Así me gusta con fuerza, con convicción, con ganas, hay que tirar para adelante y vivir día a día, extraer el máximo de lo cotidiano. Es cierto, lo que dice Pedro, pero le aseguro que la fuerza del Creador que vela por sus hijos, está siempre ahí, lo que pasa es que los que tenemos que acudir en su apoyo, sus seguidores, le fallamos y no aportamos nuestra colaboración en favor de tanta necesidad. Al fin y al cabo sentirnos próximos a nuestros hermanos y ser comprensivos, ¿no es la forma predilecta que Jesucristo nos recomendó? En su caso, ha sido la misma Providencia Divina la que le ha otorgado la compensación a tantos años de postergación. Después de dos mil años de vigencia cristiana, los hombres no hemos aún aprendido el auténtico mensaje de Salvación que Cristo nos entregó, que es el compartir cristiano. El secreto de la felicidad está en estas sencillas máximas: Vive tu realidad inmediata con plenitud diaria. Ábrete a los demás y deja fluir la natural esencia de la empatía. Vivir emitiendo energías solidarias, es construir el marco idóneo para evolucionar y estar preparado para cualquier cambio, por muy brusco que este sea. Incluso podrás superar el mayor de todos, el que viene después de la vida material. Tan solo unos meses después de verse aupado a su dignidad como persona, en plena etapa de eclosión a una nueva forma de convivir, Pedro, el indigente, entregó su vida terrena. Su corazón, muy deteriorado, no había resistido más. Todos citamos como ejemplo, a seguir, el testimonio del último acto de su vida. Allí estaba junto a aquel desarrapado maloliente que intentaba salir de la oscuridad de la marginación. Le contaba su experiencia y de cómo sintió aquella fuerza interior. Le daba ánimos y le invitaba a tomar conciencia de que merecía la pena intentarlo. La última palabra de Pedro fue la de ayudándote a ti me ayudo a mí mismo. ¡Que al escuchar el primer canto del gallo me encuentre presto y dispuesto a compartir la ilusión material y espiritual con mi hermano necesitado!, ¡Al fin y al cabo en ese ser torpe, feo, desaliñado, sucio, está un Cristo que clama por mi auxilio!, tal vez con una palabra, con una sonrisa, con una ayuda material leve, podamos colaborar en ir construyendo el milagro de la Verdadera Vida, la de instalar el Reino de Dios en este mundo, incluso antes de llegar a la vida plena.
Autor:
José Manuel Relinque Quevedo

14/11/2008, Viernes de la 32ª semana de Tiempo Ordinario.


PRIMERA LECTURA


Quien permanece en la doctrina posee al Padre y al Hijo


Lectura de la segunda carta del apóstol san Juan 4-9


Señora elegida: Me alegré mucho al enterarme de que tus hijos caminan en la verdad, según el mandamiento que el Padre nos dio. Ahora tengo algo que pedirte, señora. No pienses que escribo para mandar algo nuevo, sino sólo para recordaros el mandamiento que tenemos desde el principio, amarnos unos a otros. Y amar significa seguir los mandamientos de Dios. Como oísteis desde el principio, éste es el mandamiento que debe regir vuestra conducta. Es que han salido en el mundo muchos embusteros, que no reconocen que Jesucristo vino en la carne. El que diga eso es el embustero y el anticristo. Estad en guardia, para que recibáis el pleno salario y no perdáis vuestro trabajo. Todo el que se propasa y no permanece en la doctrina de Cristo no posee a Dios; quien permanece en la doctrina posee al Padre y al Hijo.
Palabra de Dios.


Salmo responsorial Sal 118, 1. 2. 10. 11. 17. 18


R. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.


Dichoso el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor. R.

Dichoso el que, guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón. R.

Te busco de todo corazón, no consientas que me desvíe de tus mandamientos. R.

En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti. R.

Haz bien a tu siervo: viviré y cumpliré tus palabras. R.

Ábreme los ojos, y contemplaré las maravillas de tu voluntad. R.


SEGUNDA LECTURA


EVANGELIO


El día que se manifieste el Hijo del hombre


Lectura del santo evangelio según san Lucas 17, 26-37


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará. Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán. » Ellos le preguntaron: -«¿Dónde, Señor?» Él contestó: -«Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo.»
Palabra del Señor.


2Jn 4-9; Sal 118; Lc 17, 26-37


“Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo”… ¡El cuerpo! No me tiemblan las manos al escribir que nadie, a lo largo de toda la Historia, ha amado, venerado y cuidado tanto al cuerpo como los cristianos. Nuestra fe, que hunde sus raíces en la Encarnación del Verbo, está tan ligada al cuerpo humano que es imposible separarla de la carne sin corromperla. De esta certeza nacen las durísimas palabras del discípulo amado: “han salido en el mundo muchos embusteros, que no reconocen que Jesucristo vino en un cuerpo de carne. El que diga eso es el embustero y el anticristo”.


Griegos y romanos reventaron sus cuerpos en orgías y bacanales; los abrasaron en la concupiscencia bajo el pretexto de una prostitución sagrada. Pero nunca llegaron a adorar un cuerpo, rindiéndole el tributo que sólo a Dios se debe… Nosotros sí. En la Eucaristía, es un Cuerpo Humano el que adoramos. Parecería una blasfemia si no fuera porque es verdad. Y, puestos a decirlo claramente, es un Cuerpo Humano el que ofrecemos cada día en Sacrificio sobre el altar. Toda la Iglesia está agrupada en torno a un Cuerpo Humano, que es el Cuerpo de Cristo, y todo el Cosmos con sus astros, sus planetas y satélites, y la Historia entera giran en torno a un Árbol, el de la Cruz, cuyo fruto es ese mismo Cuerpo entregado por los hombres hasta la extenuación. Quien se separa de ese Cuerpo se aleja definitivamente de Dios. No se puede llegar más lejos en la exaltación del barro.


La glorificación del Cuerpo de Cristo, su entrada en el eternidad y su ascenso a la derecha del Padre tienen una repercusión inmediata sobre el cuerpo del cristiano: como miembros carnales del Hijo de Dios, nuestros cuerpos son sagrados, son templos del Espíritu y cauces redentores por los que la gracia fluye. Lo sepamos o no, vivimos en una patena. Cuidamos y veneramos nuestros cuerpos porque reconocemos en ellos la sacratísima y misteriosa presencia de la Carne de Cristo. Y, yendo mucho más allá que aquellos griegos y romanos cuando sepultaban sus miembros en la ciénaga de la pasión descontrolada, nosotros cuidamos nuestros cuerpos con la castidad y la penitencia. La penitencia, si es cristiana, es siempre cariñosa. Castigamos nuestra carne porque la amamos apasionadamente. La subimos a la Cruz porque sabemos que allí está, junto a la del Hijo de Dios, abrazada para la eternidad. La sumergimos en la Pasión de Cristo para recuperarla glorificada junto a la suya. La mantenemos casta, porque sabemos que la castidad es el beso que la carne obediente tributa a Dios, y el beso de Amor con que Dios sella la carne obediente. Os aseguro que ningún cuerpo humano ha expresado en esta tierra más amor que el Cuerpo Crucificado de Cristo entregado por los hombres.
Esos miembros llagados reventaron de Amor.
Nuestros cuerpos están destinados a recibir el beso de la Virgen: beso de unos labios húmedos sobre unas mejillas hambrientas… ¿Cómo no amar nuestros miembros?
¡Bendito cuerpo, eres tú quien me une más fuertemente a Dios!

domingo, 9 de noviembre de 2008

La Sábana de Turín




La palabra griega SINDON significa sábana. Y una sábana de lino es lo que la Iglesia Católica custodia en la actualidad y muchos fieles veneran desde antiguo como la tela que sirvió para amortajar a Cristo.

Los cristianos no están obligados a creer en la autenticidad de esta reliquia y de hecho, la Iglesia Católica no se pronuncia sobre la misma. La fe cristiana se basa en la resurrección de un judío de origen humilde llamado Jesús que se decía Hijo de Dios, y no en un pedazo de tela, aunque haya sido ésta utilizada para su enterramiento. Por ello, creemos que está fuera de lugar el intentar utilizar la Sábana de Turín tanto para descalificar al cristianismo, como el blandirla como arma de cruzado para defenderlo. Se puede ser muy buen cristiano y no aceptar en absoluto la autenticidad de la Sábana.


Un poco de historia de la Sábana Santa

1350 es la fecha a partir de la cual se conoce sin duda alguna la trayectoria histórica de la reliquia y sobre la que hay común acuerdo entre los historiadores.
La falta de datos concretos sobre la Sábana anteriores a esa fecha se utiliza frecuentemente como argumento en contra de su autenticidad.
Según otros, el comienzo de la cronología de la Sábana podría establecerse en la ciudad de Edesa (la actual Urfa en Turquía), donde una reliquia que podría ser la Sábana Santa fue encontrada durante la reparación de la muralla de la ciudad entre los años 525 y 544. Para más datos sobre esta hipótesis le remitimos a los escritos de Ian Wilson. Le mostramos a continuación algunos de los argumentos que se aducen para establecer la historia de la Sábana anterior a 1350. Repetimos que sólo hay común acuerdo a partir de esta fecha.


En el año 944, la tela fue supuestamente trasladada desde Edesa a Constantinopla.
Existe un manuscrito griego sobre un sermón del archidiácono Gregorio de Santa Sofía en el día en que la reliquia llegó a la ciudad (16 de agosto del año 944) (Archivos Vaticanos).

Una miniatura del año 1081 (Miniatura de Skylitres (1081-1118)) reproduce la escena del emperador Lecapeno (920-944) besando la Sábana Santa a su llegada a Constantinopla. En la escena, la sábana se muestra extendida y el emperador besa la cabeza mientras otra persona sostiene el resto de la tela (Biblioteca Nacional de Madrid, vitrina 26, 2, folio 131, r).

La tela consta en el catálogo de reliquias del palacio imperial de Constantinopla que hizo el monje de Thingeyrar en 1157.
También aparece en una lista de 1201 hecha por Nicolás Mesarites.

Según se cree, la reliquia desapareció de Constantinopla durante las Cruzadas. Se conserva una carta del 1 de agosto de 1205, escrita por Teodoro Ángel Comneno, nieto de Isaac II, emperador de Constantinopla dirigida al papa Inocencio III, organizador de la cuarta cruzada. En ella se queja del latrocinio de los cruzados y pide que sea devuelta la Sabana Santa a Constantinopla
. En el Centro de Sindonología de Turín se encuentran cartas autógrafas de los Cardenales Binet y Mathieu, arzobispos de Besançon, que confirman la presencia de la Sábana en la ciudad en los primeros días del siglo XIII.


En el año 1355 la sábana reaparece de nuevo tras siglo y medio en paradero desconocido. Se exhibe en la iglesia de Lirey, a unos 150 kilómetros de París y es posesión de Godofredo de Charny, un caballero francés que según algunos podría haber adquirido la reliquia en Constantinopla. A partir de este momento se tienen datos seguros sobre su trayectoria.


Año 1532. Noche del 3 al 4 de Diciembre. Incendio en la iglesia francesa de Chambéry, donde se custodiaba entonces la reliquia. Las monjas clarisas responsables del convento remiendan las zonas afectadas por quemaduras de plata fundida.


Año 1578. La reliquia, ya entonces posesión de los Saboya, se traslada desde Chambéry, antigua capital del Ducado de Saboya, hasta Turín.


Año 1694. El arquitecto italiano Guarini construye una capilla especial, adosada a la Catedral de Turín, para que en ella se pueda almacenar y custodiar la reliquia. Donde permanece hasta hoy.


Año 1983. Umberto II de Saboya deja en herencia la Sábana Santa al Papa y desde entonces es propiedad de la Santa Sede.

En la noche del 11 al 12 de abril de 1997 un nuevo incendio pone en peligro la integridad de la reliquia que esta vez no sufre daño alguno.
Bajo estas líneas, la tela en la que se puede observar la imagen dorsal y ventral del hombre crucificado. Los rotos que se observan en disposición simétrica son consecuencia del incendio de 1532.











sábado, 8 de noviembre de 2008

GLOSARIO TERMINOLÓGICO DE RELIGIÓN

Elaborado por Matías Prieto del IES Calisto y Melibea (Salamanca)


Ábside: Parte del templo que ocupa el extremo opuesto de la fachada. Suele ser semicircular y elevado.
Adviento: Consta de cuatro domingos. Tiempo de preparación a la Navidad. Recuerdo de los mil años que estuvo el pueblo de Israel esperando al Mesías. Y preparación para la “Última Venida de Cristo” al final de los tiempos o “Parusía”.
Alba: Vestidura larga de tela blanca utilizada por los sacerdotes en la celebración de determinadas ceremonias religiosas.Ambón: Lugar desde el que se proclama la Palabra de Dios y las homilías. Debe ser un lugar importante. Junto con el Altar y la Sede forma el llamado “Triángulo litúrgico”.
Anglicanos: Cristianos pertenecientes a la Iglesia oficial de Inglaterra, separada de la Iglesia Católica desde la época del Rey Enrique VIII de Inglaterra en el siglo XVI.
Antiguo Testamento: Conjunto de libros “sagrados y canónicos” tanto para judíos como cristianos. Narran en determinados géneros literarios desde la creación del mundo hasta antes de la venida de Cristo al mundo.
Arcipreste: Párroco elegido por el obispo que preside el grupo de sacerdotes de las parroquias de la misma zona.
Ascética: Estadio anterior a la “mística”. Consiste en el esfuerzo personal del hombre en evitar todo lo que le dificulta la unión con Dios.
Báculo: Similar al cayado del pastor. El báculo es ofrecido al obispo en su consagración como símbolo de autoridad que va a ejercer sobre su “rebaño”.
Baptisterio: Lugar para la celebración del sacramento del bautismo. Puede ser un edificio, pero lo más frecuente es que sea una zona dentro de una iglesia.
Birrete: Pieza de tela, generalmente de seda, a modo de casquete que usan los obispos y el Papa sobre la parte posterior de la cabeza. El Papa lo usa de color blanco y el obispo violeta.
Blasfemia: Expresión injuriosa contra Dios, la Virgen o los Santos.
Bula: Documento de máxima importancia que lleva el sello pontificio sobre una especie de medalla de plomo o de lacre.
Cáliz: Copa o vaso sagrado que se emplea para el vino en la celebración de la eucaristía.
Calvario: "Lugar de la Calavera". Monte donde crucificaron a Jesús llamado Gólgota. En arte, conjunto de la imagen de Jesús crucificado y las figuras de María madre de Jesús y San Juan Evangelista.
Canónico: Normativo para la fe. Referente al "Derecho canónico" o "Derecho eclesiástico".
Canónigo: Sacerdotes que se ocupan del servicio religioso de las catedrales.
Cardenales: Título honorífico que reciben del Papa algunos obispos. Se les ha llamado "Príncipes de la Iglesia". Son consejeros del Papa. Cuando éste fallece se reúnen en el cónclave, con llave, para elegir a el sucesor.
Casulla: Prenda litúrgica en forma de manto, sin mangas, que es utilizada por obispos y presbíteros en la misa. Es del color litúrgico correspondiente a la fiesta o el tiempo en el cual se emplea.* Morada: tiempo penitencial, se usa en adviento, en cuaresma y en los funerales.
* Verde: color de la esperanza, se usa durante el tiempo ordinario.
* Rojo: Sangre o fuego. Se usa en Pentecostés indicando el fuego del Espíritu en la celebración de las fiestas de los mártires, y el Viernes Santo.
* Blanco: es el signo festivo y de alegría, se usa en las fiestas importantes y puede sustituir a cualquier color.
* Azul: Privilegio de España para usarlo el día de la Inmaculada Concepción.
Cátedra: Sede o asiento elevado símbolo de presidencia y magisterio; sitio que ocupa el obispo en la catedral.
Cíngulo: Del latín cingulum, ceñidor. Cordón de seda o lino con una borla en cada extremo que sirve para ceñir el alba del sacerdote.
Clero regular: Religiosos sacerdotes y/o hermanos que siguen una "regla", que hacen votos a Dios; ordinariamente de pobreza, castidad y obediencia. Dependen de su provincial o su superior general.
Clero secular: Sacerdotes diocesanos que dependen directamente del Obispo local y que no hacen los votos ni viven en comunidades. Lo forman ordinariamente los sacerdotes de las parroquias no encomendadas a religiosos y en los que se encuentran destinados por el obispo.
Concilio: Reunión o asamblea de obispos presididos por el Papa o reunidos con su autorización. Si es para todos los obispos del mundo se denomina Concilio Ecuménico.
Concordato: Convenio de tipo global entre la Santa Sede y un Gobierno.
Conferencia Episcopal: Cuerpo o colegio organizado de los obispos de una misma región o país en vistas a un trabajo pastoral conjunto. No tiene jurisdicción ya que ésta la tiene cada obispo en su diócesis. Es un órgano orientador y exhortativo que pretende la unidad y toma de postura ante los problemas que se van presentando.
Confesor: Sacerdote que ejerce el sacramento de la penitencia o confesión. También aquellos santos que han sufrido prisión o dolor sin la coronación final del martirio o que han sido proclamados santos por las virtudes por las que sobresalían.
Contrarreforma: Reforma católica en reacción contra la reforma protestante iniciada esta última por Lutero en el siglo XVI. De aquella surgió el Concilio de Trento. Su carácter triunfalista queda manifestada en el arte barroco.
Copón: Vaso sagrado con tapa que se emplea para guardar el cuerpo de Cristo después de celebrar la eucaristía y reservado en el sagrario fundamentalmente para llevar la comunión a los enfermos.
Corán: Libro sagrado de los musulmanes escrito por Mahoma. Su contenido doctrinal puede sintetizarse en estos puntos: 1.- Monoteísmo absoluto. No hay más Dios que Alá: "es lo más grande". Tampoco admite la Trinidad. 2.- Hubo otros profetas: Abrahán, Moisés, Jesús; pero el sello de todos los profetas es Mahoma, el gran enviado de Alá. 3.- Existe otro mundo, hay resurrección, juicio final, inmortalidad, cielo e infierno.
Crisma: Aceite mezclado con bálsamo aromático, que el obispo en comunión con todos sus presbíteros consagra en la llamada "Misa Crismal" el Jueves Santo. Se emplea en los Bautismos, en la Confirmación, en las Ordenaciones y en otras ocasiones.
Cuaresma: Período de cuarenta y seis días, dedicado a la penitencia (oración, ayuno/abstinencia y limosna), que abarca desde el miércoles de ceniza hasta el domingo de Pascua.
Cúpula: En la arquitectura, cubierta cóncava de un edificio, por lo general en forma semiesférica, sobre una planta circular o elíptica.
Dalmática: Vestidura exterior que llevaba el diácono, algo semejante a la casulla que usa el presbítero.
Deán: El rector de la Catedral que preside a los Canónigos.Diócesis: Territorio histórico bajo la jurisdicción de un obispo. No coincide con las provincias. Está formada por parroquias.
Epifanía: Etimológicamente significa "manifestación más allá". Fiesta cristiana que celebra la manifestación de Cristo a los gentiles, éste se hace hombre no sólo para el pueblo de Israel sino para todos los hombres de la Tierra. En el evangelio figura como el episodio de los Magos; se celebra el 6 de enero.
Epitafio: Breve inscripción funeraria. También composición breve en verso o en prosa que canta las alabanzas de una persona fallecida.
Estola: Ornamento litúrgico constituido por una tira ancha de tela, que la llevan sobre los hombros encima del alba los Obispos, sacerdotes y diáconos. Estos últimos la llevan solo sobre un hombro.
Eucaristía: El pan eucarístico de la Sagrada Comunión. También el rito central de la religión cristiana en el que el pan y el vino son consagrados por un ministro ordenado en obediencia al mandato del Señor: "Haced esto en memoria mía".
Fundamentalismo: Movimiento religioso, social y político, basado en la interpretación literal de los textos sagrados, incorporación de las leyes ordinarias y en la negación del conocimiento científico.Guerra Santa (Jihad): Los Mujahines son los combatientes. Guerra santa es la que se hace por motivos religiosos, y especialmente la proclamada por los musulmanes a los que no lo son, o si son invadidos o amenazados religiosamente. Para éstos los que mueren en la guerra santa van al cielo. El cristianismo ha tenido también guerras santas como las cruzadas para defender los Santos Lugares.
Idolatría: Considerar y adorar a algo o a alguien como si fuera Dios sin serlo.
Islam o Islamismo, Mahometismo o Religión musulmana: La religión fundada por Mahoma en el siglo VII. Es una de las tres religiones monoteístas, junto con el judaísmo y el cristianismo. Extendida sobre todo en África y en Asia, cuenta con unos 550 millones de adeptos. Islam significa sumisión, abandono a la voluntad de Alá (Dios); con cierto deje de fatalismo concretado en la fórmula "estaba escrito". El conjunto de su doctrina está contenida en el Corán.
Israelita: Término religioso. Hebreo, judío perteneciente al antiguo reino de Israel. No necesariamente tiene que ser israelí. Israel es el nombre dado por Dios a Jacob el padre de los doce que formarían las "doce tribus de Israel".
Jerusalén: Ciudad histórica del estado de Israel. Se juntan en Jerusalén judíos, árabes (palestinos) y armenios (cristianos). En el conflicto árabe-israelí fue ocupada enteramente por Israel, que la convirtió en la capital del Estado. Entre sus monumentos destaca el muro oeste, o "muro de las lamentaciones", del antiguo templo dedicado a Yahavé y construido por el rey Salomón. Hoy los judíos se lamentan en el muro por la destrucción del templo, lugar de la presencia de Dios. Pero en la explanada, donde residía el antiguo templo están las mezquitas musulmanas de El Aksa y la de Omar o de "la Roca". Se dice que Mahoma y su jumenta alada subió al cielo, dejando el animal sus huellas sobre la roca. Mahoma subió al cielo en compañía del arcángel Gabriel, donde le esperaban Abraham, Moisés y Jesús. Omar y sus compañeros recitaron las oraciones rituales y consagraron al Islam el lugar santo de los hebreos. Omar mandó construir en la parte sur de la explanada una mezquita provisional que se convertiría en la mezquita de El Aksa (significa "lo más alejado"). Para los cristianos es importante ese lugar porque allí fue presentado Jesús por sus padres; explicó de niño las escrituras a los doctores del templo. Su vida es un camino hacia Jerusalén y allí fue juzgado y condenado. Fue crucificado fuera de las murallas de la ciudad.
Laico: Creyente que no es sacerdote ni religioso. También se llama "seglar".
Mártir: Persona que ha sufrido una muerte o unos tormentos a causa de su fe religiosa o su creencia. Su símbolo en la pintura y escultura es la palma.
Mística: Unión con Dios en profundidad extraordinaria con particular experiencia divina. También conjunto de la literatura de los santos que han llegado al estado místico.
Mitra: Tocado de ceremonia, que llevan, cuando ofician, el papa, los obispos, ciertos abades, los investidos de la prelatura, e incluso los miembros de algunas salas capitulares. Se trata de un gorro alto acabado en dos puntas con dos bandas que caen sobre la espalda.
Monasterio: Conjunto de edificaciones en las que reside o residía una comunidad de monjes.
Moral: La relación con Dios provoca que la persona religiosa modifique su conducta, según aquello que Dios le pide.
Navidad: Celebración del nacimiento o venida de Jesús. "Dios con nosotros", "Dios se hace hombre"; tiempo que va desde el día de Navidad hasta la Epifanía.
Nuevo Testamento: Conjunto de libros sagrados y canónicos para los cristianos en los que se narra desde la venida de Jesús hasta la creación de las nuevas comunidades.
Nuncio Apostólico: El representante del Papa en un país. Pertenece al cuerpo diplomático por ser el Vaticano un Estado.
Obispo o Epíscopo: Legítimo sucesor de los apóstoles dotado de jurisdicción sobre una diócesis, en la que ejerce la triple función de enseñar, gobernar y santificar conferida por Cristo en la Iglesia cristiana. Es responsable del bienestar espiritual de los creyentes, tanto del clero como de los laicos, y del gobierno de todas las instituciones religiosas de su diócesis.
Óbolo: Pequeña moneda griega. Pequeña limosna.
Ortodoxos: Miembros de la Iglesia cristiana oriental separados de la Iglesia católica a raíz del cisma de Oriente en el año 1054.
Osario: Recipiente o lugar donde se depositan los huesos de uno o varios difuntos.
Palio: Dosel portátil sostenido por cuatro o seis varas largas, bajo el cual van el obispo o el sacerdote cuando en las procesiones llevan al Santísimo.
Pantocrator: Significa todopoderoso. Figura de Cristo bendiciendo del arte bizantino y románico; frecuentemente situado en el ábside de las iglesias.
Parábola: Semejanza, comparación, proverbio, enigma. Género literario usado por Jesús y narrado en los evangelios que se basan en imágenes de la vida real.
Pascua Cristiana: Fiesta que se celebra en memoria de la resurrección de Cristo. Ésta se fijó en el concilio de Nicea (325) para el primer domingo después de la luna llena que tiene lugar sea el día del equinoccio de primavera (21 de marzo), sea inmediatamente después de esta fecha. Esta fiesta se celebra por tanto no antes del 22 de marzo.
Pascua Judía: Rememora el paso del pueblo hebreo de la esclavitud a la libertad.
Patena: Bandeja o platillo metálico que se emplea para colocar el pan consagrado en la eucaristía.
Patrística: Son los escritos literarios de los "Santos Padres" de los comienzos del cristianismo. Se fundamentan y explican textos de la Sagrada Escritura, de los padres apostólicos, de las máximas de la Iglesia de su tiempo y de los documentos de los concilios.
Presbiterio: Lugar en las Iglesias y capillas desde donde se preside la celebración. Está reservado a los presbíteros. También conjunto de sacerdotes que dependen de un Obispo: presbiterio diocesano.
Presbítero: Del latín presbyter (más viejo); sacerdote, eclesiástico, cura (cura de almas).
Profano: Que no es sagrado ni sirve a usos sagrados, sino meramente secular.
Profeta: El que habla en nombre de Dios. Denuncia lo que está mal y anuncia lo que va a venir.
Púlpito: Plataforma con antepecho y tornavoz, que hay en las iglesias para predicar desde ella, cantar la epístola, el evangelio, etc.
Romería: Fiesta popular que se celebra en el campo inmediato a una ermita o santuario dedicada a algún Cristo, a la Virgen o a algún Santo el día de su fiesta o en otros días señalados por los cofrades.
Sagrario: Pequeño mueble artísticamente adornado en el que se guarda el Santísmo.
Santísimo: El pan consagrado en la eucaristía reservado en el sagrario o expuesto en el copón o en una custodia para la veneración de los fieles.
Sede: Asiento o trono de un prelado que ejerce jurisdicción. Capital de una diócesis. En los presbiterios, asiento reservado al que preside la celebración. Ésta representa a Cristo.
Solideo: Significa sólo Dios. Es un birrete rojo que entrega el Papa a los cardenales cuando los constituye como tales.
Superstición: Creer en alguna fuerza oculta puede favorecer o castigar.
Tetramorfos: "Cuatro formas" con las que se representa en el arte a los cuatro evangelistas. San Mateo como el hombre porque su evangelio dice que Cristo es hombre enraizado en el pueblo de Israel. San Lucas como el toro, porque empieza su evangelio en el templo donde se sacrificaban toros, cabritos... San Marcos como el león, porque su evangelio empieza en el desierto y San Juan como el águila porque su evangelio, más que sinóptico, es una reflexión teológica que tiene una visión más amplia.
Tiara: Tocado que simbolizaba la soberanía en el Antiguo Oriente. Se trataba de una mitra alta ceñida por tres coronas, que fue llevada por el Papa en las ceremonias no litúrgicas hasta los tiempos del Concilio Vaticano II. Pablo VI en gesto simbólico renunció a ella y regaló la que le habían regalado los fieles de Milán al ser elegido Papa. A partir de entonces los Papas han dejado de utilizarla.
Tiempo litúrgico: División del año según las festividades que se van conmemorando. A lo largo del año litúrgico se celebran los grandes acontecimientos referidos a la fe cristiana. Los tiempos más importantes son la Pascua y su preparación, el Adviento, Pentecostés, Epifanía, Triduo Pascual (Jueves, Viernes y Sábado Santo). El resto del año se denomina tiempo ordinario.
Triángulo litúrgico: Conjunto formado por tres elementos imprescindibles en todo presbiterio: el ambón, la sede y el altar.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Aprobación de los Estatutos del Camino Neocatecumenal

Religión en Libertad.-
El pasado viernes, el cardenal Stanislaw Rylko entregó a los iniciadores del Camino Neocatecumenal los Estatutos definitivos que regirán la vida de las comunidades que siguen este itinerario de fe. Después de un largo periodo de discernimiento que ha tenido varias fases, la Iglesia madre, con su autoridad recibida del Señor, otorga a esta realidad eclesial un espaldarazo.
Como siempre sucede en el cuerpo vivo de la Iglesia, la ley ha venido a reconocer una vida que ya existía y había dado frutos numerosos, como reconoció el cardenal Rylko: muchas vidas cambiadas profundamente, muchas familias reconstruidas, muchas vocaciones sacerdotales y religiosas, y mucho entusiasmo por la nueva evangelización. Por tanto, para cualquiera que en la Iglesia mire con ojos limpios, la noticia del pasado viernes es motivo de gran alegría. A lo largo de más de cuarenta años la experiencia del Camino se ha ido perfilando y consolidando, siempre dentro del gran cauce de la Iglesia y siempre dispuesta a dejarse corregir por quienes en ella han recibido la misión de discernir los carismas y de asegurar la unidad. Era inevitable que en este proceso surgieran roces e incomprensiones, en los que la debilidad humana (de unos y de otros) y la propia novedad de la experiencia han jugado su papel. Sería estúpido escandalizarse de esto si pensamos en lo que supuso la aparición de las Órdenes mendicantes, de los jesuitas, de los salesianos, o de algunos de los nuevos movimientos surgidos en la segunda mitad del siglo XX. Historias hay para dar y tomar. San Francisco fue tomado por loco y atrabiliario, Santa Teresa denunciada a la Inquisición, a San Juan Bosco se le prohibió administrar los sacramentos en su diócesis de Turín, y al Padre Kentenich y a Don Giussani se les envió piadosamente a estudiar teología allende los mares, mientras se les privaba de la guía de sus respectivos movimientos. Como dijo una vez el cardenal Ratzinger, “si el Espíritu Santo, conforme a las necesidades de los tiempos, crea algo nuevo que en realidad es el regreso a los orígenes puede resultar difícil orientarse y encontrar el conjunto pacífico de la gran comunión de la Iglesia universal”. Así ha sucedido una y mil veces y siempre ha supuesto una ocasión para aquilatar la verdad de cada carisma en el crisol de la obediencia.
Después de no pocos sufrimientos, cuando la experiencia ha sido verdaderamente eclesial, ha salido triunfante de la prueba y ha encontrado un lugar seguro en el gran árbol de la Iglesia. En estos casos nunca está demás recordar a los pastores que su misión no es sofocar el Espíritu sino acompañar y cuidar la vida que crece, todavía frágil y tierna. Pero también a quienes han sido agraciados con un nuevo don del Espíritu hay que recomendarles amigablemente la paciencia, el esfuerzo por explicarse cada vez mejor, y la conciencia humilde de que nacen de la buena tierra de la Iglesia, la misma en la que deben revertir todos sus frutos. En el Camino Neocatecumenal son evidentes tres rasgos que Benedicto XVI ha destacado recientemente como denominador común del conjunto variopinto de los movimientos y nuevas comunidades eclesiales: un sólido itinerario de educación en la fe, entusiasmo misionero y variedad de vocaciones (al sacerdocio, a la vida consagrada y a la familia). Son tres elementos que la autoridad de la Iglesia ha examinado cuidadosamente durante decenios.
Naturalmente, tampoco han faltado sugerencias y orientaciones: en el acto de entrega de los Estatutos, Rylko habló de la necesidad de obedecer a los obispos, del reconocimiento de la misión específica de los sacerdotes y de la fidelidad a los textos litúrgicos de la Iglesia. Son subrayados que todos necesitamos y que los responsables del Camino han acogido con total disponibilidad. Evidentemente, nadie está obligado a pertenecer a las comunidades neocatecumenales, ni siquiera a simpatizar con su estilo, que es uno entre los muchos que componen la gran sinfonía eclesial. Pero cualquier cristiano sencillo y sin prejuicios que otorgue más valor a la sabiduría de la Iglesia que a sus propios gustos y opiniones deberá reconocer que el Papa ha sancionado la validez y utilidad de este Camino, y que por tanto merece toda la confianza frente a los murmullos y quejas que siembran de sal el campo.
En este caso el coro de las invectivas ha tenido una sorprendente variedad de orígenes: desde la progresía que acusa a los neocatecumenales de fundamentalismo romano hasta ciertos campeones de la ortodoxia siempre empeñados en salvar a la Iglesia de sí misma, pasando por gentes del aparato eclesiástico que contemplan con inquietud las "novedades" de los kikos. Tiene gracia (dicho sea con ironía) que mientras se repite hasta la saciedad el raca-raca de que la Iglesia no sabe conectar con el hombre de hoy ni hacerse presente en los ambientes de nuestro mundo, se fustigue a un carisma que ha demostrado su capacidad de hablar a los más alejados, de agregar a los más dispersos y de injertarlos de nuevo en el pueblo de Dios. Pero desgraciadamente, como dijo un gran obispo español, hay algunos que cuando ven brotar una planta prefieren echar alquitrán encima, no sea que desarregle el jardín. Afortunadamente no son ellos los que tienen la última palabra, sino la sabiduría milenaria de la Iglesia, especialmente encarnada en el oficio de Pedro, lugar de la última paz para todo cristiano.
Modificado el ( martes, 24 de junio de 2008 )

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Necesidad de reevangelizar nuestro catolicismo

Autor: Francisco Mario Morales
fmmorales_14@yahoo.com.mx

La gran mayoría de la gente de nuestras comunidades que aseguran creer en la religión cristiana, pero lamentablemente en la práctica no es verdad.

A pesar de que la gente dice profesar alguna religión, cuando se le preguntan los objetivos de ésta no sabe, y eso significa que están faltando a su compromiso. Esto ha sido comprobado por sacerdotes, religiosos y laicos de más de 12 países de América Latina, Europa y Asia que han sido ponentes y organizadores del primer Congreso Internacional del Apostolado de la nueva evangelización.

Ahora los que se dicen creyentes, creen en forma rutinaria con una fe inculcada y de costumbres externas. Esto se ha comprobado durante 18 años de colaborar en un equipo de pastoral y de tener la oportunidad de convivir con padres y padrinos, adolescentes y jóvenes.

Creen pero no practican, no aman su religión porque no la conocen y no están convencidos, son solo fieles tradicionalistas y "Pasan por alto los mandatos de Dios" (Mc. 7, 9), no se comprometen a la conversión ni al testimonio. Todo porque llevan una religión superficial, de apariencia, externa.

Afortunadamente una gran mayoría no niega la existencia y el poder de Dios. Pero no basta con creer. Porque no será jamás lo mismo: Creer y practicar.

Se cree por herencia, por costumbre y por tradiciones. En nuestras comunidades, en nuestras parroquias y en nuestras diócesis, somos creyentes. Pero, se cree, en forma individualista, convenenciera y cómoda. Por desconocimiento, por falta de bases, interés y amor hacemos una religión adaptada a los intereses de cada uno.

En la actualidad se agudiza día con día la obsesión por ser "libres"; por desconocer toda ley existente, por infringir toda norma religiosa, moral, civil y familiar. No depender de nada ni de nadie; Vivir sin control y desconocer toda autoridad. La única ley vigente es la que cada uno pretende imponer; la mentalidad que prevalece es la de los romanos: "Comamos y bebamos que mañana moriremos". Lo "atractivo" es ir en sentido contrario.

El materialismo, la superficialidad, el rechazo al compromiso por la comodidad, la incongruencia, la conveniencia, la falta de conocimiento y un verdadero convencimiento, han hecho que la falta de una constante preparación, actualización y práctica lleve a una gran mayoría a la indiferencia y apatía.

"Nadie ama lo que no conoce" y la consecuencia es que: la dejadez, el abandono, la falta de interés y de superación religiosa, nos ha llevado a desconocer los objetivos de nuestra religión: Creer, esperar, observar y recibir.

De estos objetivos: CREER, ESPERAR, OBSERVAR, Y RECIBIR, únicamente se lleva el primer objetivo y con bases muy endebles y, muchas veces solo de palabra. Lo que debemos esperar no se tiene fe. Lo que se debe observar, se desconoce, se huye del compromiso y se adapta cómodamente; y lo que se debe recibir se convierte en eventos puramente sociales.

Lo que debemos comprender es que:

No basta con creer, hay que practicar.
"Los demonios también creen, dice S. Tomás, pero como unos esclavos que aborrecen a su Señor.
Pero así como de nada sirve a los demonios este conocimiento que tienen, porque su voluntad es perversa, de la misma suerte de nada sirve a un cristiano esa creencia si no lo mueve el amor de Dios que se manifiesta en la conducta" (Stgo. 2, 19). Biblia Comentada - Straubinger.
"La fe que no va acompañada de hechos, es una fe inútil" (Stgo. 2, 20) "No basta con creer hay que practicar" (Mt. 7, 21). Si sólo se cree pero no se practica estamos viviendo una religión incompleta, insuficiente. Y además estamos dando anti-testimonio al decir una cosa y hacer otra. No basta creer con la boca sino con el corazón.

Afirma Carl Caleb Colton: Los hombres reñirán, escribirán, lucharán, morirán por la religión; todo excepto vivirla".

Creer: es dar por cierto.
Practicar: es ejercer, usar, instruirse y formarse.
Creyente es todo aquel que cree en algo o en alguien
El creyente a medias, cree pero no practica.
El creyente completo, cree, se prepara y practica.
El creyente, debe tener convicción en la que no exista ninguna duda. La creación es obra única de Dios, Dios en tres personas.
El católico debe tener absoluta obediencia de inteligencia y de generosidad, gratitud y amor a las enseñanzas de Dios.
"¿Con la fe le quitaremos el valor a la ley? ¡Claro que no! Más bien afirmamos el valor a la ley." (Rom. 3, 31)

El católico no cree en "algo", sino cree en ALGUIEN. Cree en Dios, lo ama y lo obedece, tiene deberes que cumplir. La verdadera religión no solo son actos individuales y externos.

Aun no podemos entender que solos no podremos humanizarnos ¡Jamás!, Que no podemos ni debemos vivir en soledad, en la esterilidad, en la lejanía y en el individualismo.

Lo que destaca en muchos católicos, desgraciadamente, es lo negativo: el odio, el egoísmo, la envidia, la soberbia, el conflicto y la división. La principal amenaza es nuestra propia ignorancia.

Jesús, lejos de promover el individualismo egoísta Él quiere una sociedad fraterna. Muchos buscan a Dios, pero toman ignorantemente el camino opuesto a Él. Otros buscan sinceramente a Dios, pero no lo escuchan, se han hecho un Dios a su conveniencia. A Dios no lo encontraremos construyendo cada uno, para sí mismo, una iglesia y una religión.

En la verdadera Iglesia todos somos importantes. Pero esa importancia no es para recibir honores y reconocimientos, sino para ser servidores de los demás.

El padre Flaviano Amatulli Msp. Nos dice: "la ignorancia religiosa es causa de división. El desconocimiento que existe entre los mexicanos es muy amplio, pocos se interesan por conocer los peligros que representan las sectas, ya que ni su religión conocen."

Para el padre Amatulli, el principal problema que enfrentan muchos bautizados es que no conocen su religión y son personas que fácilmente son convencidas por otro tipo de creencias que muchas veces disfrazan la verdad, mienten y engañan fácilmente a las personas. Los grupos sectarios buscan sembrar la destrucción en la familia e imponer la vida fácil del pecado.

Es necesario también reconocer y re- evangelizar para combatir la ignorancia, la animadversión y el escepticismo (incredulidad) de muchos hermanos y enfrentar con valor y amor los ambientes adversos.

Muchos viven alejados de la Iglesia por circunstancias personales, por vivir alguna situación anormal, por circunstancias familiares o por experiencias desagradables o conflictivas. Muchos creen estar fuera de la Iglesia, pero ¡nadie! lo está, sólo se necesita el arrepentimiento y un cambio de vida (conversión).

"Los sacerdotes deben ser los promotores de integridad y unidad. Los presbíteros, los religiosos y religiosas, los laicos comprometidos, deben ser el rostro amable, estimulante, reconciliador, integrador y agradable de la Iglesia". (Cardenal Norberto Rivera Carrera, 12 de Enero 2001 Nac. Basílica de Ntra. Señora de Guadalupe)

Muchos miembros de la Iglesia están más preocupados por las cuestiones políticas y personales que por una verdadera evangelización. Muchos no queremos darnos cuenta de la amenaza que se cierne sobre nuestra religión y de lo que somos culpables nosotros mismos.
"Necesitamos una transformación interior. Necesitamos reconstruir la Iglesia y la familia. Necesitamos palabras acompañadas de testimonio y de vida. Un vínculo entre fe y obras. La transformación es dolorosa pero necesaria". (Cardenal Norberto Rivera Carrera, 12 de Enero 2001 Nac. Basílica de Ntra. Señora de Guadalupe)

La ignorancia y la superficialidad han llevado a muchos a tratar de comprar algún sacramento (Simonía). Otros ven en los sacramentos la oportunidad de un evento social. Otros se han alejado de la verdadera religión por los falsos argumentos de las sectas. Muchos cambian a las sectas para ser "mejores". Pero para cambiar de vida no hace falta cambiar de iglesia, sino de corazón.
A cuántos les han inculcado que ser católico es no faltar al primer mandamiento de la Iglesia y los tres primeros mandamientos de la Ley de Dios. Que con aprenderse de memoria el catecismo como requisito para la primera comunión y posteriormente, tal vez, algún curso de Historia Sagrada, con eso basta para ser "auténtico" cristiano. Que ser católico es ser espectador (mirar pero sin responsabilizarse - pasivos) practicar actos piadosos en forma rutinaria y con eso están satisfechos.

El error de la gran mayoría es pensar, creer que ya todo se sabe, o que con lo poco que hemos aprendido en un curso de catequesis, es suficiente, cuando en realidad navegamos en una tremenda ignorancia doctrinal, fruto de la indiferencia, de la apatía, autosuficiencia y abandono, de no querer darse cuenta o no querer aceptar la magnitud del problema del que todos somos responsables.

El aspecto importante que debemos considerar con toda la seriedad es que nuestra fe se afirma en un trípode donde falta mayor cuidado, apoyo y dedicación: a nuestros hijos los bautizamos a los días o semanas o meses de nacidos, donde los padres y padrinos hacen acto de presencia como "expertos" en religión (se "supone") y piden la fe y se comprometen por el hijo y el ahijado.

De ahí hay un primer intervalo:

De 6 a 9 años, para continuar con los Sacramentos de Iniciación Cristiana, con la finalidad de que la niña o el niño sean concientes de los Sacramentos que van a recibir. Se les prepara en diversas formas y tiempo, para la reconciliación, la primera comunión y la confirmación.

Ahí habrá un segundo periodo:

De 10, 15, 20 o quizá hasta 25 años para volver a recibir alguna instrucción que se desvanece y se olvida porque es improvisada y extra-rápida sólo para cubrir el requisito… y hasta ahí llegó nuestra preparación religiosa.

El tercer espacio es indefinido:

Tiempo que las sectas aprovechan.
Se supone que esos tiempos (primero y segundo) son responsabilidad y los que debe aprovechar la familia, para la Evangelización doméstica; cosa que no sucede, por la falta de conocimiento religioso.

En esos 2 o 3 lapsos de años, que es la mayor parte de la vida, hay demasiado tiempo a la deriva, a la indiferencia y abandono de todos. Tiempo en que los niños, adolescentes, jóvenes y adultos están expuestos a otras ideologías, más que a una verdadera formación religiosa.

Ante estas realidades la fe heredada y sin posibilidades de reforzarla por convencimiento y motivación personal y, sin tener un verdadero encuentro personal con Dios, es una fe sin verdaderas bases, sin objetivos claros, es una fe débil que cualquier viento o circunstancia la arrastrará. Ahí tendremos hijos incrédulos, nietos ateos y bisnietos herejes.

No olvidemos que un buen hermano separado, es un mal católico.

"El mundo se resiste a creer palabras que no van acompañadas de un testimonio de vida" (Juan Pablo II en su 2ª visita pastoral a México).

"El seguimiento cercano de Jesús no depende de la preparación académica, sino de haber captado el sentido del Reino de Dios" (Cardenal Norberto Rivera Carrera, 12 de Enero de 2001 Nac. Basílica de Ntra. Sra. De Guadalupe.)

San Pablo me impulsa cuando dice: "Hay que arriesgarse si quiere uno anunciar a Cristo. Muchos esperan estar bien preparados y capacitados humanamente para hablar a los demás. Se preparan toda la vida y mueren sin haberse atrevido" (1 Cor. 1, 28) (Comentario de ese versículo – Biblia Latinoamericana).

La niñez, la adolescencia y la juventud tienen necesidad, tienen hambre de conocer y vivir el amor de Dios.