TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

sábado, 31 de marzo de 2012


INDULGENCIA PLENARIA Y EL SANTO TRIDUO PASCUAL
Durante la Semana Santa podemos ganar para nosotros o para los difuntos el don de la Indulgencia Plenaria si realizamos algunas de las siguientes obras establecidas por la Santa Sede.

OBRAS QUE GOZAN DEL DON DE LA INDULGENCIA PLENARIA EN SEMANA SANTA

Jueves Santo
1.- Si durante la solemne reserva del Santísimo Sacramento, que sigue a la Misa de la Cena del Señor, recitamos o cantamos el himno eucarístico del "Tantum Ergo" ("Adorad Postrados este Sacramento…").
2.- Si visitamos por espacio de media hora el Santísimo Sacramento reservado en el Monumento para adorarlo.

Viernes Santo
1.- Si el Viernes Santo asistimos piadosamente a la Adoración de la Cruz en la solemne celebración de la Pasión del Señor.

Sábado Santo
1.- Si rezamos juntos el rezo del Santo Rosario.

Vigilia Pascual
1.- Si asistimos a la celebración de la Vigilia Pascual (Sábado Santo por la noche) y en ella renovamos las promesas de nuestro Santo Bautismo.
CONDICIONES:

Para ganar la Indulgencia Plenaria además de haber realizado la obra enriquecida se requiere el cumplimiento de las siguientes condiciones:

a.- Exclusión de todo afecto hacia cualquier pecado, incluso venial.
b.- Confesión sacramental, Comunión eucarística y Oración por las intenciones del Sumo Pontífice. Estas tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de la ejecución de la obra enriquecida con la Indulgencia Plenaria; pero conviene que la comunión y la oración por las intenciones del Sumo Pontífice se realicen el mismo día en que se cumple la obra.
 
Es oportuno señalar que con una sola confesión sacramental pueden ganarse varias indulgencias. Conviene, no obstante, que se reciba frecuentemente la gracia del sacramento de la Penitencia, para ahondar en la conversión y en la pureza de corazón. En cambio, con una sola comunión eucarística y una sola oración por las intenciones del Santo Padre sólo se gana una Indulgencia Plenaria.
La condición de orar por las intenciones del Sumo Pontífice se cumple si se reza a su intención un solo Padrenuestro y Avemaría; pero se concede a cada fiel cristiano la facultad de rezar cualquier otra fórmula, según su piedad y devoción.



sábado, 17 de marzo de 2012

   Los días 18 y 19 de marzo, domingo IV de Cuaresma y solemnidad de San José respectivamente, celebraremos en nuestra Iglesia la Jornada anual de oración y de colecta en favor del seminario. Aun respetando el contenido litúrgico propio de cada uno de estos días, uno y otro quedan marcados por el signo de la fiesta de las vocaciones al sacerdocio ministerial.
   El lema pensado para la jornada de este año es Pasión por el Evangelio, una expresión que pone inmediatamente de manifiesto la centralidad del Evangelio en la vocación y en la vida del sacerdote. Pero ¿qué tiene el Evangelio? ¿Qué maravilla oculta? ¿Qué tesoro esconde en sus espesas frondas para que un joven se vea de pronto atraído hacia él, sienta la pasión de poseerlo y sea capaz de dejar padre y madre, novia y carrera, hermanos, amigos y hacienda con tal de lograrlo?
   El término “evangelio” alude a realidades diversas estrechamente relacionadas entre sí. En primer lugar, “evangelio” es el nombre que se da a los relatos sobre la vida y el mensaje de Jesús contenidos en los así llamados evangelios canónicos.
   Pero el significado del término “evangelio” no se agota en esta acepción. El Nuevo Testamento entiende por dicho término principal y fundamentalmente a Jesucristo mismo, el Hijo de Dios venido al mundo por voluntad expresa del Padre para redimirnos del pecado y de la muerte y otorgarnos la vida divina. Por tanto, “evangelio” no designa sólo unos relatos, sino una persona, y ésta divina, la cual, con su actuar salvífico en el mundo, transforma y regenera el interior del hombre y salva a éste del extravío y de la desesperación. Se comprende, pues que, entendido este término en su segundo acepción, pueda el hombre amar el Evangelio, sentir pasión por él y alcanzar la felicidad con su posesión y disfrute.
   Pues bien, el sacerdote comienza por ser aquel hombre que un día conoció los relatos de los evangelios acerca de Jesús y, desde éstos, con la ayuda del Espíritu Santo, descubrió en Jesús a Jesucristo, el Hijo de Dios vivo. Y el sacerdote es aquel que, una vez descubierta la verdadera identidad de Jesús, se percibió llamado por él para ser como él, esto es, dicho con palabras de Benedicto XVI, “para ser prolongador de la misma misión que Cristo había recibido del Padre”. El sacerdote es también aquel que, tras haber verificado su vocación mediante el sí de la Iglesia y haber recibido a su debido tiempo el orden sacerdotal, se entrega totalmente a la doble tarea de configurarse existencialmente con el ser sacerdotal de Cristo, del que ya participa ontológicamente por el sacramento, y de trabajar sin descanso por la salvación de los hombres. Finalmente, el sacerdote es aquel que, configurado ontológicamente con Cristo pastor y viviendo en plenitud su ministerio sacerdotal, imita ininterrumpidamente a Cristo, cuya muerte en Cruz conmemora cada día en la celebración de la Eucaristía.
   Ahora bien, esa configuración diaria con el Señor es vivida por el sacerdote con verdadero gozo, con un amor desbordante, con auténtica pasión. Y, en este sentido, tiene razón la prestigiosa revista norteamericana Forbes cuando afirma que los sacerdotes desarrollan una “profesión” que les hace sentirse los más felices del mundo. Y es que el ejercicio del sacerdocio ministerial otorga a la vida un sentido tan grande que hace de la propia existencia algo digno de ser vivido.
   Mi mirada de obispo y pastor se dirige hoy al seminario, descrito por el Papa Benedicto XVI como ese “cenáculo en donde el Señor celebra con deseo ardiente su Pascua con quienes un día anheláis presidir en su nombre los misterios de la salvación”.
   Queridos seminaristas, vosotros no sois todavía sacerdotes, pero os estáis preparando para serlo. ¿Cómo vivir estos años de preparación? “Ante todo, deben ser años – dice el Papa – de silencio interior, de permanente oración, de constante estudio y de inserción paulatina en las acciones y estructuras pastorales de la Iglesia”. Viviendo así, imitaréis a Jesús durante el tiempo de su vida oculta en Nazareth, iréis creciendo en santidad y justicia, y dispondréis vuestro espíritu a recibir un día el don del sacerdocio.
   Aspirad a la santidad y trabajad para ser agraciados por ella. Esto es lo que más importa en la vida. Lo demás se nos dará por añadidura. Sed santos. En primer lugar, porque la santidad es la perfección del ser humano. Y, en segundo lugar, para no ser hipócritas y motivo de escándalo, para no incurrir, como viene a decir el Papa, en esa terrible contradicción que a veces se produce entre aquello de lo que somos signo y la realidad empírica de nuestro comportamiento.
     Y a vosotros, mis muy queridos fieles consagrados y seglares, os pido que ayudéis al seminario con la oración y con la limosna.

                  +Manuel Ureña Pastor
                 Arzobispo de Zaragoza
Consiliario Nacional de la Adoración Nocturna

domingo, 11 de marzo de 2012

NOTA DE LOS OBISPOS DE LAS DIÓCESIS DE ANDALUCÍA.

1. Con motivo de las elecciones convocadas en la Comunidad autónoma de Andalucía para el próximo día 25 de marzo, los Obispos de las diócesis de Andalucía queremos llamar la atención sobre la importancia de participar responsablemente en ellas. Con esa participación se cumple el deber moral que todo ciudadano tiene en la búsqueda y afianzamiento del bien común de la sociedad en todo momento, pero particularmente en las situaciones de especial dificultad como ahora sucede. La delicada situación en la que vivimos, a causa de la crisis, que es de significado y de sentido de la vida, además de ser una crisis económica y financiera, exige de todos, electores y elegidos, una gran altura de miras más allá de los intereses de partido, sin escatimar esfuerzos que abran un camino de progreso y esperanza para las nuevas generaciones.

2. Al ofrecer estas orientaciones, en cumplimiento de nuestro deber como pastores del pueblo de Dios, deseamos prestar un servicio a los católicos y a cuantos quieran escucharnos, sin otra pretensión que ofrecer elementos morales de juicio a la hora de decidir el voto, del cual depende la consecución del bien común de la sociedad, fundado en los derechos fundamentales de las personas y grupos sociales.
  El ejercicio del voto es un derecho y un deber de cada ciudadano en una sociedad democrática. A este respecto, el Vaticano II afirma: “Todos los ciudadanos tienen el derecho y al mismo tiempo el deber de votar con libertad para promover el bien común” (GS 75). Por ser un acto del cual depende el modelo de gobierno que ha de dirigir y orientar la vida personal, familiar y social de los ciudadanos, pedimos a todos la participación responsable, eligiendo a los candidatos que, a su juicio, puedan afrontar y resolver mejor los problemas actuales de nuestra sociedad.

3. La importancia de la acción política, que debe estar orientada al establecimiento posible del progreso moral y del bienestar de la sociedad, permite esperar de los elegidos la competencia que requieren las actuales circunstancias; así como un alto sentido del deber en el ejercicio del poder político, que sólo puede desempeñarse con responsabilidad ética. Competencia y responsabilidad moral son factores que generan la necesaria confianza de los ciudadanos en quienes han de desempeñar las funciones de gobierno.
  Consideramos necesario tener presente algunos principios de la doctrina social de la Iglesia.

4. El derecho inviolable a la vida humana. Es necesario discernir en los programas de los partidos la garantía del derecho a la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural. Esto significa el rechazo al aborto, a la eutanasia, y al abandono de los ancianos, sin olvidar el apoyo a las mujeres que viven la espera de un hijo en situaciones difíciles.

5. La necesaria protección legal y económica del matrimonio como institución social, fundado en la unión estable de un varón y una mujer, y de la familia como ámbito natural de la crianza y educación de los hijos. Esto supone la promoción del trabajo y de la vivienda, así como la puesta en práctica de un programa de inserción laboral de los jóvenes en la sociedad, de especial urgencia en la situación social actual de crisis económica.

6. La tutela del derecho general a la educación, realizada al amparo legal de la libertad de enseñanza; y del derecho a la educación religiosa según las propias convicciones morales y religiosas de los padres, prevista en la Constitución. Hoy es particularmente necesario promover una educación que valore el aprendizaje y la formación humana mediante el esfuerzo y la disciplina, que promueva la búsqueda y el conocimiento de la verdad, así como los valores morales en los que se funda una vida honrada y la convivencia pacífica, y las virtudes que la hacen posible.

7. La defensa y la ayuda a los sectores más débiles de nuestra sociedad, entre los que se encuentran quienes carecen de trabajo, los jóvenes y los emigrantes. Urge promover las condiciones que hagan posible la productividad, la creación de nuevos puestos de trabajo sin soslayar el sentido de la justicia y de la solidaridad en la contratación laboral. Del mismo modo, es urgente la promoción de una opinión pública y una legislación respetuosa con la dignidad de los emigrantes.

8. El momento histórico nos pide a todos construir una vida social más justa y pacífica. Frente a la mentalidad tan extendida del derecho a la dádiva y de la subvención, se hace necesario promover la estima del trabajo y del sacrificio como medio justo de crecimiento personal y colectivo para el logro del bienestar. Frente a la corrupción y la mentira, urge promover la honradez, el respeto a la ley y la fidelidad a la palabra dada. Frente al consumismo desmedido, es preciso potenciar el sentido de la realidad y de la austeridad. Frente a la fragmentación y confrontación social, se ha de promover el valor humano y social de la reconciliación, el diálogo y la amistad entre las personas, aun cuando no compartan la misma concepción del ordenamiento social.

9. Finalmente, no podemos olvidar que a la hora de emitir el voto, sólo se hace posible la edificación de una sociedad más justa y pacífica actuando con inteligencia, libertad y responsabilidad.
  En nuestra oración a Dios, nuestro Señor, encomendamos a todas nuestras familias y comunidades eclesiales que eleven preces al Señor, para que las próximas elecciones contribuyan al bien de nuestra sociedad, fundado en la verdad, la justicia, la libertad y la paz. Así lo pedimos cada día invocando a la Virgen María, Reina de la Paz.