TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

domingo, 5 de enero de 2014

DOMINGO 2º DE NAVIDAD

Anuncio pascual
visigótico-mozárabe

Queridos hermanos:

     En la revelación del nacimiento corporal de nuestro Señor Jesucristo, y ante tantos signos de su presencia, os anunciamos la solemnidad de la Pascua.
     Así, pues, amados hermanos que os habéis reunido en la iglesia de Dios para celebrar el día de la Aparición del Señor nuestro, Jesucristo, tened presente su muerte gloriosa.
     En este año de 2014, la santa Cuaresma se inicia el 5 de marzo.
     El jueves de la Cena del Señor, el 17 de abril, inician los misterios de la gloriosa pasión de nuestro Señor Jesucristo.
     Ante esto, os exhorto, hermanos, a que pongamos empeño en llevar desde ahora una vida honrada y religiosa, casta y sobria, para que merezcamos llegar a la santa solemnidad de la Resurrección sin pecado y abundando en buenas obras.
     Purifiquémonos de los malos deseos del cuerpo y del espíritu. Por la confesión de los pecados, alejemos el castigo del Señor. Evitando caer en las antiguas faltas, acojámonos a su misericordia abrazando con sincero corazón la concordia: para que los misterios de la santísima pasión nos hagan partícipes de la resurrección del Señor.
     Que a su vuelta no encuentre en nosotros nada que reprochar, sino que nos halle preparados para recibir la corona de gloria. Él, clemente y misericordioso, que vive con el Padre y reina con el Espíritu Santo, un solo Dios por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.

El anuncio solemne de las fiestas pascuales: una antigua costumbre hispana recuperada
Manuel González López-Corps  Facultad de Teología San Dámaso, Madrid



     Para el día 6 de enero, solemnidad de la Epifanía del Señor, denominada «Aparición» en la liturgia hispana, el Ceremonial de los obispos propone anunciar a modo de proclama la fecha de la Santa Pascua y las fiestas móviles del año que dependen de ella (cf. C E. 240).
     Es un anuncio significativo, ya que la fecha de Pascua es movible al depender del calendario lunar (el plenilunio después del equinoccio de primavera) y hay que situarla en el calendario solar o fijo. Es propio del diácono, o en su defecto de otro ministro, el hacer los oportunos anuncios o advertencias al pueblo en la conclusión de la Misa y en un lugar oportuno (Ordo Missae, n. 154). De idéntica manera, el mismo ministro, desde ese mismo lugar, cantará en la noche de la Vigilia el único anuncio que los cristianos hacemos al mundo: Cristo ha resucitado del abismo y nosotros estamos llamados a resucitar con él.
     En nuestra tradición hispana este anuncio de la fecha de Pascua puede remontarse al siglo IV (cf. Líber Ordinum, 523). El carácter eminentemente pascual de las fiestas navideñas lo expresa la eucología de la liturgia hispana al decir: «El que nace viene para morir». En la felicitación castellana hemos conservado este sentido en el popular deseo: «¡Felices pascuas!» Este parabién, extraño a oídos extranjeros, muestra cómo entre nosotros se ha mantenido muy viva la conciencia de que las fiestas navideñas no celebran un hecho aislado, sino que lo sitúan en la perspectiva del acontecimiento pascual. Navidad es el inicio de la redención o, lo que es lo mismo, la fuerza salvadora del misterio pascual se manifiesta ya en María.
     Por ello, el anuncio de las fiestas de Pascua y las celebraciones móviles es una manera adecuada de subrayar la manifestación del Señor en una carne que ha de entregarse por nosotros y para nuestra salvación: la Pascua es el verdadero motivo de la venida de Cristo, el Señor.

sábado, 4 de enero de 2014

LAS DOS VENIDAS DE CRISTO
Catequesis 15 de san Cirilo de Jerusalén


     Anunciamos la venida de Cristo, pero no una sola, sino también una segunda, mucho más magnífica que la anterior. La primera llevaba consigo un significado de sufrimiento; esta otra, en cambio, llevará la diadema del reino divino. Pues casi todas las cosas son dobles en nuestro Señor Jesucristo. Doble es su nacimiento: uno, de Dios, desde toda la eternidad; otro, de la Virgen, en la plenitud de los tiempos. Es doble también su descenso: el primero, silencioso, como la lluvia sobre el vellón; el otro, manifiesto, todavía futuro.
     En la primera venida fue envuelto con fajas en el pesebre; en la segunda se revestirá de luz como vestidura. En la primera soportó la cruz, sin miedo a la ignominia; en la otra vendrá glorificado, y escoltado por un ejército de ángeles. No pensamos, pues, tan sólo en la venida pasada; esperamos también la futura. Y, habiendo proclamado en la primera: Bendito el que viene en nombre del Señor, diremos eso mismo en la segunda; y, saliendo al encuentro del Señor con los ángeles, aclamaremos, adorándolo: Bendito el que viene en nombre del Señor.
     El Salvador vendrá, no para ser de nuevo juzgado, sino para llamar a su tribunal a aquellos por quienes fue llevado a juicio. Aquel que antes, mientras era juzgado, guardó silencio refrescará la memoria de los malhechores que osaron insultarle cuando estaba en la cruz, y les dirá: Esto hicisteis y yo callé. Entonces, por razones de su clemente providencia, vino a enseñar a los hombres con suave persuasión; en esa otra ocasión, futura, lo quieran o no, los hombres tendrán que someterse necesariamente a su reinado.
     De ambas venidas habla el profeta Malaquías: De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis. He ahí la primera venida. Respecto a la otra, dice así: El mensajero de la alianza que vosotros deseáis: miradlo entrar -dice el Señor de los ejércitos-. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata.
     Escribiendo a Tito, también Pablo habla de esas dos venidas en estos términos: <Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres; enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo>. Ahí expresa su primera venida, dando gracias por ella; pero también la segunda, la que esperamos.
     Por esa razón, en nuestra profesión de fe, tal como la hemos recibido por tradición, decimos que creemos en aquel que subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
     Vendrá, pues, desde los cielos, nuestro Señor Jesucristo. Vendrá ciertamente hacia el fin de este mundo, en el último día, con gloria. Se realizará entonces la consumación de este mundo, y este mundo, que fue creado al principio, será otra vez renovado.