TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

viernes, 30 de octubre de 2015

CARTA PASTORAL



Llamados a la santidad


     La fiesta de todos los Santos (1 noviembre) y la conmemoración de todos los difuntos (2 noviembre) vienen a ponernos delante de los ojos la realidad del más allá. Más allá de la muerte, la vida continúa para cada uno de nosotros. Hemos sido creados para vivir eternamente con Dios en el cielo, que será una gracia de Dios y un premio a nuestra libre respuesta positiva. Cabe lógicamente la respuesta negativa por nuestra parte que nos apartaría de Dios para toda la eternidad. Eso es el infierno, donde no podremos amar nunca más.
     Pero el plan de Dios es llevarnos consigo al cielo. La fiesta de todos los santos nos habla de esa felicidad preparada por Dios para cada uno y para todos. A veces pensamos que la santidad es hacer cosas extrañas, y no es así. La santidad es sencillamente ajustar nuestra vida a la voluntad de Dios. Dejarle a Dios que él vaya haciendo su obra en nosotros, no interrumpirle. Colaborar con él en la misión que nos encomienda. El pecado consiste precisamente en preferir la propia voluntad y capricho ante la voluntad de Dios.
     Nacemos pecadores y el bautismo nos hace santos. La vida entera es un proceso de crecimiento en la santidad, configurándonos cada vez más con Cristo y eliminando al mismo tiempo la mala hierba que crece sola en nuestro corazón sin haberla sembrado nosotros. La santidad es parecerse a Jesucristo y a su madre bendita María. Eso son los santos, una prolongación de Cristo en la historia, un eco de su presencia
     Hace pocos días fue proclamada santa la Madre María de la Purísima, que fue superiora general de las Hermanas de la Cruz. Es un gozo indecible verla ensalzada en los altares, esta mujer que ha sido humilde hasta el extremo, como son las Hermanas de la Cruz siguiendo el carisma de Santa Ángela de la Cruz. Una mujer lista y bien preparada, que lo deja todo para parecerse a Jesús crucificado en el servicio a los pobres, irradiando alegría en su entorno. El pueblo la tuvo por santa en vida, hoy ha sido incluida oficialmente en el catálogo de los santos….
     Y al día siguiente, conmemoración de los fieles difuntos. La Iglesia nos invita a orar por todos los difuntos, especialmente por nuestros familiares y deudos. Y es que, terminada la etapa de la vida terrena, la muerte nos presenta ante Dios para ser juzgados por él. Y puede que la muerte nos llegue sin haber purificado nuestro corazón de todo afecto desordenado, con el vestido de bautismo manchado, sin el traje nupcial. Dios ha preparado el purgatorio como situación transitoria para aquellos que han muerto en el Señor, pero por remolones no les ha dado tiempo a purificarse.
     El purgatorio es un lugar donde se ama (no es como el infierno), pero donde se sufre inmensamente, al ver el amor de Dios tan grande y la respuesta mía tan pequeña e imperfecta. Por eso, rezamos por los difuntos para que cuanto antes vayan a gozar de Dios en el cielo, con los santos, con María santísima, con Jesús con el Padre y el Espíritu Santo. Podemos ahorrarnos el purgatorio, si durante nuestra vida en la tierra hacemos penitencia por nuestros pecados pasados. Y podemos ahorrar purgatorio a los demás si asumimos por amor los sufrimientos de la vida diaria. No escaquearnos del sufrimiento, porque nos traerá muchos bienes a nosotros y a los demás. Nuestro ideal no es evitarnos todo sufrimiento a costa de lo que sea. Nuestro ideal es hacer la voluntad de Dios, unirnos a la Cruz de Cristo redentor, y de esa manera merecer para nosotros y para los demás el cielo.
     La fiesta de todos los santos y la conmemoración de los difuntos nos hablan del más allá. El cristiano vive radicado por la fe en el cielo, en el otro mundo, y pasa por la tierra haciendo el bien de manera transitoria. Pensemos en el más allá para vivir la etapa presente con sentido de futuro.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba



CONVOCANDO VIGILIA GENERAL EXTRAORDINARIA


sábado, 24 de octubre de 2015

DOMINGO 25 DE OCTUBRE, 30º DEL TIEMPO ORDINARIO

« HIJO DE DAVID TEN COMPASIÓN DE MÍ »




Queridos hermanos y hermanas: 
     En el evangelio de este domingo (Mc 10, 46-52) leemos que, mientras el Señor pasa por las calles de Jericó, un ciego de nombre Bartimeo se dirige a él gritando con fuerte voz: "Hijo de David, ten compasión de mí". Esta oración toca el corazón de Cristo, que se detiene, lo manda llamar y lo cura. El momento decisivo fue el encuentro personal, directo, entre el Señor y aquel hombre que sufría. Se encuentran uno frente al otro: Dios, con su deseo de curar, y el hombre, con su deseo de ser curado. Dos libertades, dos voluntades convergentes: "¿Qué quieres que te haga?", le pregunta el Señor. "Que vea", responde el ciego. "Vete, tu fe te ha curado". Con estas palabras se realiza el milagro. Alegría de Dios, alegría del hombre. Y Bartimeo, tras recobrar la vista -narra el evangelio- "lo sigue por el camino", es decir, se convierte en su discípulo y sube con el Maestro a Jerusalén para participar con él en el gran misterio de la salvación. Este relato, en sus aspectos fundamentales, evoca el itinerario del catecúmeno hacia el sacramento del bautismo, que en la Iglesia antigua se llamaba también "iluminación".
     La fe es un camino de iluminación: parte de la humildad de reconocerse necesitados de salvación y llega al encuentro personal con Cristo, que llama a seguirlo por la senda del amor. Según este modelo se presentan en la Iglesia los itinerarios de iniciación cristiana, que preparan para los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. En los lugares de antigua evangelización, donde se suele bautizar a los niños, se proponen a los jóvenes y a los adultos experiencias de catequesis y espiritualidad que permiten recorrer un camino de redescubrimiento de la fe de modo maduro y consciente, para asumir luego un compromiso coherente de testimonio. ¡Cuán importante es la labor que realizan en este campo los pastores y los catequistas! El redescubrimiento del valor de su bautismo es la base del compromiso misionero de todo cristiano, porque vemos en el Evangelio que quien se deja fascinar por Cristo no puede menos de testimoniar la alegría de seguir sus pasos. En este mes de octubre, dedicado especialmente a la misión, comprendemos mucho mejor que, precisamente en virtud del bautismo, poseemos una vocación misionera connatural.
     Invoquemos la intercesión de la Virgen María para que se multipliquen los misioneros del Evangelio. Que cada bautizado, íntimamente unido al Señor, se sienta llamado a anunciar a todos el amor de Dios con el testimonio de su vida.
Benedicto XVI, pp emérito


jueves, 22 de octubre de 2015

IV VIGILIA EUCARISTICO-MARIANA



IV PEREGRINACIÓN AL SANTUARIO DE NTR.ª SR. DEL ROCÍO

      Convocados por la Delegación de la Zona occidental de la Adoración Nocturna Española y la Hermandad matriz de Almonte nuevamente pudimos reunirnos, en la tarde-noche del 17 al 18 de Octubre en la aldea de El Rocío (Huelva), un centenar de Adoradores Nocturnos de los diferentes Consejos diocesanos de Andalucía en nuestra ya tradicional Vigilia Eucarístico-Mariana.

      Desde la casa de hermandad de Bollullos del Condado, sobre las 20,00h. partimos en procesión de banderas por las calles de la aldea hasta el Santuario, donde, al amparo de Nuestra Señora de las Marismas dio comienzo nuestra Vigilia con el rezo del Santo Rosario en unión de las diferentes Hermandades que allí se encontraban.


      Con la Santa Misa, presidida en ésta ocasión por el Consiliario Diocesano Rvd. D. Diego Capado Quintana, comenzaron los Turnos de adoración que finalizaron, ya entrada la madrugada, con el rezo de Laudes y posterior Bendición de los campos, esta vez desde el interior del templo y motivado por las inclemencias meteorológicas que nos acompañaron durante toda la jornada.

     Recordando las palabras de D. Diego en su homilía “María… Virgen, Reina y Madre de la Misericordia que parió al que es fuente de la Misericordia y rostro de la Misericordia del Padre…” que nos exhortaba para vivir santamente un nuevo año Jubilar, y aquella sevillana rociera que decía…”cansao pero contento, en los ojos lo he notao…” con el canto de la Salve pusimos rumbo a nuestros destinos.

REFLEXIONES PARA LA ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA





Las obras de misericordia espirituales y corporales.
(V)
     Todos los cristianos formamos una gran familia. Y no sólo en la tierra con quienes nos acompañan en el vivir de cada día. Ese buen aire de familia lo vivimos también con quienes nos han precedido en este mundo, padres, abuelos, bisabuelos, y a quienes deseamos encontrar de nuevo más allá de la muerte. Ellos ya han pasado por este mundo y rezamos para que gocen eternamente de Dios en el Cielo.

Rogar a Dios por vivos y difuntos

     Hemos de procurar vivir la gran verdad que confesamos en el Credo: “Creo en la Comunión de los Santos”. Comunión de los Santos con las personas vivas en la tierra, que son “santos” viviendo en la gracia de Dios, aunque lógicamente tengan mucho que mejorar en su conducta; y con las personas que han terminado su caminar en este mundo.
     Rezamos por los vivos para que el Señor les conceda el apoyo, la gracia, la fortaleza, los dones del Espíritu Santo que necesitan para que sigan caminando como buenos cristianos hasta el día de su muerte, y den un testimonio claro y hondo de su Fe.
     Rezamos por nuestros padres, por nuestras familias, por nuestros hermanos, por nuestros amigos y compañeros, para que quieran más a Jesucristo, para que frecuenten los Sacramentos, para que sean piadosos, y se dejen convertir por el Amor de Dios, en el Amor de Dios.
     Rogamos por los vivos para que se dejen ayudar por el Señor que les quiere sostener en sus batallas, renovar su esperanza, ayudarles de las mil maneras que el hombre necesita. “Venid a Mí todos los fatigados y agobiados, y Yo os aliviaré” (Mt 11, 18).
     Rezar por los vivos es pedir al Señor la gracia de que todos acudan a Él, y lo encuentren en el Sacramento de la Reconciliación; que descubran su Corazón Misericordioso.
      Rezar por los difuntos es una gran manifestación de fe en la Providencia divina, en esta vida; y en la realidad de la Vida Eterna, que nos espera después de nuestra muerte en la tierra. Rezamos por los que han terminado su vida en la tierra, los que han muerto, para que el Señor les haya perdonado sus pecados, y los haya recibido en el Cielo.
     El Señor acoge con corazón abierto la petición de la Cananea que ruega por su hija enferma; atiende la petición del Centurión que ruega por su empleado enfermo. Y nos enseña, así, a pedirle a Él por nuestros enfermos, por los que buscan trabajo, por los que tienen una necesidad, una pena, un dolor.
      Estas obras de misericordia –las Espirituales sobre las que ya hemos reflexionado; y las Corporales, sobre las que comenzamos a reflexionar ahora- manifiestan el amor de Cristo a toda la persona, y el amor que con Él, en Él y por Él, quiere el Señor que vivamos cada uno de nosotros. Si en las Espirituales hemos visto cómo ayudar mejor a las necesidades del espíritu; ahora, en las Corporales, vamos a ver cómo atender mejor las necesidades del cuerpo; sin olvidar nunca que en cada ser humano, el cuerpo y el espíritu están siempre unidos, que el “yo” se expresa siempre corporal y espiritualmente. Que la vida del espíritu afecta al cuerpo y que la vida del cuerpo afecta al espíritu, y que el Señor, que es Creador de cielos y tierra, y que el cuerpo y el alma, la materia y el espíritu, han sido creadas por Dios para el bien del ser humano y para gloria de Su Nombre.
     De esta manera, el cristiano que vive estas obras de misericordia se une profundamente con Dios. “La convicción de que el ser en su totalidad ha sido creado por Dios comporta el optimismo creatural; implica la gozosa certeza de que el ser es bueno hasta el fondo; indica el sí a la materia, no menos querida por Dios que el espíritu; trae también consigo una autonomía del ser natural creado por Dios para ser él mismo, y de tal manera que este ser permanece en una íntima relación con Dios” (Ratzinger, 28-I-1989).
     Al leer la relación de las obras corporales de misericordia - las recordamos de nuevo: Visitar y cuidar a los enfermos.- Dar de comer al hambriento.- Dar de beber al sediento.- Dar posada al peregrino. –Vestir al desnudo.- Redimir al cautivo.- Enterrar a los muertos.-, quizá nos viene a la cabeza pensar que todas esas obras son cosas de tiempos pasados, en los que no había Servicios de Seguridad Social; en los que no había grandes comedores de Caritas; en los que en tiempos de catástrofes faltaban alimentos para todos; y que ya no son actuales.
     Los acontecimientos de cada día, las crisis sociales, morales, económicas que sufrimos, nos descubren con frecuencia la situación lastimosa de muchas personas y, sobre todo, la soledad en la que tantos hombres y mujeres se encuentran en los peores momentos de su vida.

Cuestionario

¿Soy consciente de que los demás me necesitan, y de que he de estar siempre dispuesto a ayudarles?
¿Me acuerdo de rezar a Dios, durante la Santa Misa, por el eterno descanso de los difuntos de la familia?
Cuando me entero de que alguien ha hecho alguna cosa mala, ¿rezo al Señor para que rectifique su conducta y, en adelante, haga el bien?