TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

sábado, 24 de septiembre de 2016

DOMINGO 25 DE SEPTIEMBRE, 26º DEL TIEMPO ORDINARIO

“PADRE ABRAHÁN, TEN PIEDAD DE MÍ…”




 ¿De qué sirve ser el más rico del cementerio? Jesús propone esta parábola a unos fariseos celosos de la Ley y los profetas, amigos de Moisés y de Abrahán, pero que vivían con una cierta esquizofrenia moral y espiritual.
     Jesús en primer lugar relativiza el valor del dinero apelando a su poderío fugaz y a su gloria caduca. El dinero y todo lo que lo rodea, no tiene la última palabra en esta vida, porque esa palabra postrera la pronunciamos todos por igual, con la misma indigencia y fragilidad con la que igualmente nacimos: Epulón y Lázaro eran iguales ante su origen y ante su destino. El dinero y sus adláteres, no son la moneda para comprar el acceso en la vida perdurable, sino que más bien será una gracia de Dios al alcance de cualquiera que haya tenido corazón de pobre (hayan sido cuales hayan sido sus arcas monetarias).
     Lo segundo que destaca Jesús es la infinita diferencia entre el modo de valorar que tiene Dios y aquellos fariseos burlones. Sólo quien entra en la mirada de Dios puede descubrir su secreto, y sólo quien se adentra en su Corazón comprende su riqueza, como el mismo Pablo descu­brió (Filp 3,7-8).
     No bastaba saberse al dedillo las consejas de la Ley y los Profetas. Hay un modo de ser creyente que es inútil: saber cosas de Dios y no vivir conforme a lo que sabemos, encender una vela a Dios en su día, reservándonos para nosotros y nues­tros diablos el resto de la semana. Epulón comprendió ya tarde la inutili­dad de la basura de su vida, y quiso enviar a un muerto a los suyos para hacerles ver la engañifa en la que vivían. Pero nadie escarmienta en cabeza ajena. A lo más, queda uno asustado una breve temporada. Curiosamente, Dios desde “sus valores”, lejos de ser un rival de los nuestros, es su mejor exponente. Tenemos la experiencia cotidiana de cómo cuando nos alejamos de la visión que Dios tiene de la vida, ésta se deshumaniza.
     Por eso no es extraño que quienes aman el dinero y se bur­lan de los enviados de Dios, no entiendan nada, se irriten e indignen, y hasta decidan matar al mensajero. No, nuestro mundo no necesita que vengan los muertos para darnos un susto incontestable, sino más bien está necesitado de vivos, de cristianos vivos que desde la trama diaria de su existir enseñan a ver las cosas desde los Ojos de Dios, y amar la vida desde y como Él, ritmando nuestros latires con los de su Corazón, valorando aquello que tiene valor para Él, lo que enajena y enfrenta, lo que adormece e in­hibe, y relativizando lo que corrompe y deshumaniza.

+ Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo



“LOS HOMBRES DE LA NOCHE”

     Párate un momento, hombre de la prisa larga; tú, quienquiera que seas, hombre  que vives tu vida cargado de impresiones fuertes, excesivamente nervioso,  hombre que corres preocupado, mordido por la impaciencia y la inquietud de  "algo". Hombre que no atinas a concretar ese "algo mejor", pero que lo anhelas  con toda tu alma; querido hombre de buena voluntad, párate un momento... y  obsérvalos  -en plan de marcha- son los "Hombres de la Noche.
     Por favor, hombre amigo, deja ya lo negativo. No te lamentes más de las  horas desgraciadas de los negocios...  de las aristas afiladas del desaliento...  de  los mordiscos rabiosos de la enfermedad...,  del pan correoso del abandono ingrato...  de la baba maloliente que murmura...   de la trapera zancadilla que tumba..., de la calumnia que apuñala cobardemente... del ambiente injusto... de la  malicia sin fin de un mundo con negrura de almas. Deja, por favor, hombre  amigo, el agua amarga de tus lloros y empieza a ser positivo.                         
     Escucha atento la canción viril, serena, recia, de los "Hombres de la Noche". Y si de verdad eres,  valiente, escucha  y canta con ellos, con los hombres de la Adoración Nocturna, el himno triunfal de la restauración del mundo.
     ¿Te has fijado ya? Toma nota; son hombres como tú y como yo, con vértigo  por las mismas inquietudes de "algo mejor". Pero hombres que no se rasgan sus  vestiduras, que no protestan del ambiente sobrecargado; hombres que no  maquinan en la noche de un mundo en sombras, y sí, en cambio, convierten su  noche de Adoración en un día blanco de Oración, de Intercesión, de Expiación.
     Ya les conoces un poco a estos "Hombres de la Noche", anónima masa gris,  tan necesaria al mundo de hoy; pero no deja de ser un conocimiento externo. Si  en verdad quieres verles de cerca, "por dentro”, en experiencia personal, acude  sin recelos, libre de prejuicios, con buena voluntad, con honradez, a un Turno  cualquiera de las noches de Adoración. ¡Hazlo, amigo, con frente serena y corazón  limpio! Yo te aseguro, por la memoria sagrada de tus mayores, que allí les  verás con distintivo blanco, con su bandera blanca, con su programa blanco: CARIDAD y UNIDAD ante la Hostia Santa, allí les verás ir salvando al mundo  de su noche negra.
     Me da la impresión de que esto te parece excesivo optimismo... posiblemente, pero  te lo diré, entonces, con palabras del estupendo Pérez Lozano:... "Y la niñita de  cinco años rezaba todas las noches para que el demonio, se hiciese bueno... El  demonio, seguía siendo malo, es verdad, pero muchos hombres se iban librando  de él por la oración de la niñita de cinco años".
     Mi querido amigo, el de la prisa larga, los "Hombres de la Noche"  te ofrecen el único y eficaz programa blanco de restauración, de salvación del mundo en sus cuatro dimensiones. Seguro que el inmundo continuará con sus noches negras de pecado, pero en muchas almas, muchísimas almas, se irá abriendo  la Luz... la Luz Blanca de los "HOMBRES DE LA NOCHE".


     Escrito  publicado en Boletín  y recuperado por Ricardo Nieto  Delegado Nacional de la Adoración Nocturna Española para Andalucía Occidental.

viernes, 16 de septiembre de 2016

DOMINGO 18 DE SEPTIEMBRE, 25º DEL TIEMPO ORDINARIO



 “NO PODÉIS SERVIR A DIOS Y AL DINERO”

   Aparentemente Jesús ensalza la habilidad de un administrador infiel. Pero hay que ser cautos y afinar en aquello que viene ensalzado: no es la infidelidad, la corrupción, sino la habilidad, la astucia de aquel administrador avispado. El que es fiel en lo poco, lo será también en lo mucho. Que viene a decir: todo aquello que te gustaría cambiar de un mundo demasiado cruel, empieza por cambiarlo en tu propia casa, en tu corazón.
     Y en verdad, ¿quién no se ha quejado alguna vez de cómo va nuestro mundo a tantos niveles? La política, la economía, la paz, la justicia, la familia, los ancianos, los jóvenes, y un largo etcétera en donde ponemos contra las cuerdas a nuestra sociedad bastante inmoralizada y desmoralizada. En todo lo cual no falta razón: se ha perdido el rumbo de muchas cosas, se han abandonado impunemente muchos principios bási­cos, se han destruido tantos valores que no eran negociables, se ha deshumanizado tanto nuestra humanidad.
     Pero caben dos salidas: caer tanto en pesimismos deprimentes (todo es malo, “y cualquier tiempo pasado fue mejor” que decía el poeta en su elegía) como en optimis­mos irresponsables (lo importante es cambiar, arrasar, que no quede nada de lo an­terior), o más bien, tener una mirada serena sobre el mundo, sobre la vida, sobre el dolor, sobre el amor, sobre tantas cosas que no van, y empezar a arreglarlas en uno mismo. El mundo nuevo, la tierra nueva, empieza por mi casa, por mi propio corazón. Empece­mos por lo poco, por lo pequeño, por lo cotidiano, por lo nuestro. No es el gobierno de turno, ni los organismos mundiales de vanguardia, ni el vaticano, ni los banque­ros, ni los periodistas, ni los sindicatos... quienes tienen que dar el pistoletazo de salida. El mundo nuevo empieza más cerca de mí, en mis actitudes, en mis opcio­nes, en mi modo de escuchar, de atender, de proponer, de vivir.
     La llamada de Jesús es clara: no podemos tener dos patrones, dos amos. O nos adherimos al diseño de Dios, a su proyecto de humanidad, de civilización del Amor, o nos apuntamos a la barbarie en la que termina siempre toda pretensión que censura algún aspecto del corazón del hombre. Sin Dios, sin este “amo” tan especial que nos hace libres, es muy difícil hacer un mundo que sepa a justicia, a limpieza, a paz, a respeto, a libertad, a felicidad. Metamos al Señor en nuestras cosas y en nuestras casas, sin fanatismos pero sin complejos. Porque sólo quien ama de verdad a Dios llega a no despreciar al hombre hermano. 

+ Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo