IGLESIA PERSEGUIDA

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domingo, 6 de agosto de 2017

DOMINGO 6 DE AGOSTO, 18º DEL TIEMPO ORDINARIO- LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR.


«SEÑOR, ¡QUÉ BUENO ES QUE ESTEMOS AQUÍ!»

        Subir al Monte de la Transfiguración, para unirse al Señor de la vida en la cumbre, exige después bajar al valle de la desfiguración, donde viven los hermanos. Jesús sube con los tres íntimos. Están subiendo a Jerusalén donde le espera la muerte y la resurrección. Están cansados y fatigados del camino. Sólo el pensar en la experiencia de la cruz les echa para atrás.
     Jesús, sin embargo, les anima a subir a los que quieren ser sus íntimos, al Monte de la Transfiguración para hacerles descubrir en profundidad quien es, y por otra parte es algo así como una llamada a que sus vidas sean una llamada a vivir contemplándole. Como Moisés, vivir acogiendo la Ley de Dios, y como Elías, vivir la dimensión de caminar, de ser peregrino contemplativo, el hombre que busca en todo la voluntad de Dios, del místico que busca en el desierto de la oración la fuerza para vivir en la verdad…
     Aquí, Pedro expresa lo que es el seguimiento de Jesús. Así lo ha visto el oriente y el occidente cristiano. Probablemente, nunca comprenderemos nuestra profunda vocación si no decimos una y otra vez al Señor: “Que bien se está contigo”. Descubrir el gozo y la alegría de estar con Él hasta asombrarse. Siempre, desde la realidad del aquí y el ahora. Es tanto así que Pedro quiere retener para siempre el momento y manda hacer tres chozas para que nunca más bajemos de este lugar. El Señor nos invita a la disponibilidad de bajar y compartir con los hermanos más empobrecidos.
     Tres palabras concretas a la persona que se ha dejado seducir por el Señor 1) somos amados, 2) predilectos en quien el Señor se complace, 3) somos preciosos para Dios. Nuestra vida es para el Señor un gozo en su Corazón. No se puede vivir con los sentimientos de Cristo si no descubrimos que somos amados, predilectos y que el Señor se complace en nuestras vidas. Nos mira con el Amor y la Ternura con las que una madre mira a su hijo, aunque duerma o tenga que limpiarle muchas veces sus suciedades, pero esa vida es preciosa, es un don de Dios.
     Subir al monte de la contemplación nos impulsa a bajar al valle de los sufrimientos, pero cuando se ha vivido contemplando al Señor todo tiene otro sabor, otro sentido.
+Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

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