TIEMPOS LITURGICOS

TIEMPOS LITURGICOS

sábado, 27 de enero de 2018

DOMINGO 28 DE ENERO DE 2018, 4º DEL TIEMPO ORDINARIO


   «¿QUÉ ES ESTO? ESTE ENSEÑAR CON AUTORIDAD ES NUEVO…»


     Jesús enseñaba con autoridad, expresa una manera de ser y de actuar que es única de Cristo, enseñar con la vida. Su coherencia le lleva a convencer más que a vencer por la fuerza. Su autoridad no es autoritarismo. Brota de que lo que dice y lo testimonia con su vida y, sobre todo, expresa con ella que la fuerza de la autoridad está en el servicio que hace al pobre endemoniado o cuando defiende a la mujer pecadora. Su autoridad no le lleva a aprovecharse de sí mismo, a sacar provecho y beneficio. Su autoridad es, sencillamente, su amor ofrecido como servicio.
     ¿Cómo se expresa esa autoridad de la que habla Marcos y que es tan llamativa, tan poco corriente y habitual en su tiempo? Brota, primero, de su Amor incondicional a los que sufren, a los cuales ofrece su Corazón abierto que le lleva a defenderlos siempre.   Segundo, lo que dice lo vive, por eso no se resiste ni su enemigo el diablo ni sus enemigos los fariseos que siempre buscaban acorralarlo contra la pared. Los vence por la coherencia de su vida.
     Por último, su autoridad brota de dentro hacia fuera, de la sabiduría que ha ido formando en su interioridad el Espíritu Santo y el Padre y que sólo la utiliza con amor y al servicio a los empobrecidos.
     Jesús, como enseña con el testimonio de su vida, también nos enseña que la auténtica autoridad, que no tiene nada que ver con el autoritarismo, brota de la coherencia de su vida. Lo que se traduce en que no hay nada en su vida que se le pueda achacar, porque todo lo que predica o dice es lo que vive Jesús, y ese era su gran atractivo: enseñar con su vida. Es su vida la que enseña con la autoridad que le otorga vivir intensamente lo que dice, nada más y nada menos. 

 +Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

SEIS CONSEJOS SOBRE CÓMO «NO» LUCHAR CONTRA LA TENTACIÓN... SI NO QUEREMOS VOLVER A CAER EN ELLA


1.- No ames la tentación. Parece obvio, ¿no? Pero, asumámoslo, incluso después de romper con ciertos pecados, la tentación hacia ellos aún puede hacernos sentir bien. Cuando un tipo ha apartado de su vida la rabia y la ira, regodearse en el pensamiento de lo que le diría a la gente que le ha hecho mal puede darle una gran sensación de victoria. Un hombre que nunca traicionaría a su mujer puede sentirse muy a gusto dándole vueltas a la idea de hacer una visita a esa chica de la oficina que le mira con buenos ojos.
¿Qué aconsejaba San Francisco de Sales? "La complacencia sirve, ordinariamente, de paso para llegar al consentimiento” (3).

2.- No te pongas en tentación. Esto es un asunto tanto de previsión como de honestidad. Primero, requiere previsión: si sé que cada vez que converso con esas personas a la hora de comer terminamos hablando de asquerosidades y cotilleando de los demás, es culpa mía si caigo en murmuraciones y deshonestidades. Al mismo tiempo, requiere honestidad: a menudo, cuando nos ponemos en situaciones porque nos decimos s nosotros mismos que estamos “por encima” de ciertos pecados. Esto puede ser verdad, pero es menos frecuente de lo que nos gusta pensar. Si me he dado cuenta de que me gustan ciertas tentaciones, tengo que ser honesto en evitar las situaciones que me conducen a ellas. Es lo que se llama “evitar la ocasión de pecado.
¿Qué aconsejaba San Francisco de Sales? “Ocurre, a veces, que la sola tentación es pecado, porque somos causa de ella” (6).

3.- No te angusties. La tentación no es pecado (punto 1) siempre que no seamos causa de la tentación poniéndonos en la situación que la genera (punto 2). Si quiero algo que no es mío y siento el impulso de llevármelo cuando nadie me ve, mientras sea un sentimiento se queda solo en una tentación molesta. Las cosas empiezan a ir mal cuando nos ponemos histéricos por sentirnos tentados. Cuando perdemos la paz, empezamos a creernos la gran mentira del Tentador de que nunca superaremos el sentimiento de una lucha cuesta arriba… hasta que nos rindamos. Y cuando esa mentira se instala en nuestra mente, el siguiente paso es la caída.
¿Qué aconsejaba San Francisco de Sales? “La inquietud es el mayor mal que puede sobrevenir a un alma, fuera del pecado” (11).

4.- No escuches a la tentación. San Francisco de Sales distinguía entre tentaciones mayores y menores: por ejemplo, la tentación de matar a alguien y la de enfadarse con él; la de robar algo y la de codiciarlo; la de cometer perjurio y la de decir una mentira; la de cometer adulterio y la de no guardar la vista. Mientras que contra las grandes tentaciones tenemos que luchar con todas nuestras fuerzas, con las tentaciones pequeñas dice San Francisco de Sales que nuestra principal tarea es simplemente dejarlas pasar: deshacernos de ellas tranquilamente y no dejar que nos roben la paz. Es el viejo truco del elefante rosa: cuando más intentamos no pensar en elefantes rosas, más ocupan nuestra conciencia. Cuando surjan las tentaciones y las reconozcas como tales, recházalas y sigue tu camino, no dedicándoles ni solo pensamiento más. Si no, se hacen abrumadoras.
¿Qué aconsejaba San Francisco de Sales? “Desprecia, pues, estos pequeños ataques… No hagas otra cosa que alejarlos sencillamente, sin combatirlos ni responderlos de otra manera que con actos de amor a Dios” (9).

5.- No conviertas la tentación en una cuestión de voluntad.
Cuando un hombre está intentando superar un cierto pecado en su vida, con frecuencia se descorazona por su debilidad al luchar contra las tentaciones hacia ese pecado. Muchas veces, el problema es de perspectiva. Si mi aproximación a la vida moral es decir “le voy a demostrar a Dios lo bueno que soy no pecando”, en vez de “amo a Dios y por tanto odio el pecado y quiero dominarlo porque perjudica mi relación con Él”, no hay que sorprenderse si Dios me permite caer: pensaría que soy mi propio salvador. La confianza en uno mismo es una de las principales causas de la caída. Cuando vienen las tentaciones, la clave está en confiar más intensamente en la gracia de Dios, humillarse ante Él y amarle más.
¿Qué aconsejaba San Francisco de Sales? “Espera tu liberación más de la bondad y providencia de Dios que de tu industria y diligencia; si buscas tu liberación por amor propio, te inquietarás y acalorarás en pos de los medios, como si este bien dependiese más de ti que de Dios” (11).

6.- No te calles. Quizá una de las verdades más importantes que recordar al hablar del pecado y de la tentación es que no estamos solos en esta lucha. Dios está ahí, pero también el Maligno. El Maligno no es un cuento de brujas: es real e influye en tu vida. Aunque una buena parte de las tentaciones provienen del desorden en nuestras almas, Satán y los espíritus malignos son también intensamente activos. Uno de los mayores peligros es intentar luchar por tu cuenta contra una inteligencia-angélica-entregada-al-mal. Comenta con otras personas tus luchas: ten otras personas a quienes rendir cuentas, un confesor habitual que conozca tu alma y comprenda las tretas de Satanás. Esa apertura y honestidad es esencial para vencer los pecados que nos conducen a la desgracia.
¿Qué aconsejaba San Francisco de Sales? “El gran remedio contra todas las tentaciones, grandes y pequeñas, es desahogar el corazón y comunicar a nuestro director todas las sugestiones, sentimientos y afectos que nos agitan. Fíjate en que la primera condición que el Maligno pone al alma que quiere seducir es el silencio” (7).

     El padre Thompson concluye: "Son las pequeñas cosas las que cuentan en la vida"… "Así que haz caso a San Francisco de Sales y lucha contra las tentaciones en la forma correcta".
   (Las citas de San Francisco de Sales son todas de la Parte IV: Los avisos necesarios contra las tentaciones más ordinarias; el número indica el capítulo del que están tomadas).

    Clayton Thompson es vicario en la parroquia de San Bonifacio en Lafayette (Indiana, Estados Unidos)

martes, 23 de enero de 2018

REFLEXIONES PARA LA ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA



ENERO: Eucaristía y Doctrina Social de la Iglesia

       Puede que algunos piensen ¿qué tiene que ver la Eucaristía y la adoración con esta temática de la Doctrina Social? Trataremos de dar una respuesta a esta pregunta a lo largo de los temas de reflexión de este curso pastoral.
Humanismo integral y solidario (1)

     Lo cierto es que todo parte de las palabras de Cristo en la institución del Sacramento, que recordamos en cada Misa: haced esto en conmemoración mía. La Eucaristía es el memorial del Señor, es decir, su presencia viva y operante entre nosotros hasta que Él vuelva. Pero la Eucaristía no se termina con la milagrosa transformación del pan y del vino en Cristo completo, vivo y verdadero. La Eucaristía prosigue su dinamismo milagroso y transformante en nosotros mediante la comunión, -tomad y comed… tomad y bebed-. Sí, hasta hacer de nosotros Cristo. De modo que lo que las Sagradas Especies operan en nosotros desde la comunión, y gracias a la adoración se consuma, luego se haga también realidad, en la Sociedad y en todas las llamadas “realidades humanas”, gracias a la vida y la acción de cada cristiano y de la entera Iglesia.
     Así se puede afirmar que el mandato -haced esto en conmemoración mía- no se agota en la acción litúrgico-sacramental ni en la simple cooperación de cada uno en su propia santificación (cristificación /eucaristización), ha de llegar a la realización de la consagración de todas las realidades creadas. Sólo desde esta perspectiva se entiende el profundo enraizamiento eucarístico del sacerdocio regio o común de todos los bautizados. Sólo desde esta perspectiva se descubre la íntima trabazón entre sacerdocio común y ministerial. Sólo así se conjura todo riesgo de ritualismo o cosificación de la celebración eucarística.
     Como Cristo es el principio de transformación del universo, desde su Encarnación y Misterio Pascual (muerte/resurrección/-glorificación), la Eucaristía y la Iglesia, íntimamente entrelazadas, son en cada momento y lugar de la historia humana los catalizadores de ese dinamismo que recapitula todo en Cristo, que hace nuevas todas las cosas.
     La Doctrina Social de la Iglesia recopila orgánicamente los principios morales cristianos que brotan de la misma vida y persona de Jesucristo y que se orientan a canalizar la acción personal y comunitaria de los miembros de la Iglesia, en orden a que la vida de Cristo y su dinamismo transformante vayan operando la transformación de todo hasta la consumación de los tiempos. En la medida que la Teología Moral cristiana, en la que se integra esta Doctrina Social, se fundamenta en Cristo en su Misterio Pascual y en su realización sacramental mediante la Iglesia, la Teología sobre la Eucaristía (Liturgia-Sacramentología-Eucaristía), el hombre (antropología) y la Iglesia (eclesiología) se muestran más integradas y como el nervio de esa misma teología moral, evitando caer en una ética puramente inmanente (de tejas para abajo) y fácilmente víctima del relativismo y el positivismo (una ética puramente de consenso y sin bases objetivas).
     El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (2004), que será nuestro “texto de referencia” en este curso, pone estos fundamentos en su “introducción” (nn. 1-19). Insistiendo en que en la base de la Doctrina Social de la Iglesia está el proyecto creador-redentor de Dios, la verdad plena del hombre. De ella emergen una serie de líneas fundamentales que recorren toda esta enseñanza: solidaridad, respeto y amor.
     Este modo de aproximarnos a la Eucaristía, celebrada, comulgada y adorada, nos ayuda a integrar en torno a la doctrina tradicional e inmutable de la transubstanciación, los aspectos aceptables de ciertas explicaciones del Misterio Eucarístico modernas que se fijaban en su dimensión personal o eclesial (transignificación) o en su dimensión político-social (transocialización). Ellas solas se muestran insuficientes y privadas de fundamento sobrenatural, pero integradas en la tradición cristiana ayudan a que la fe verdadera sobre el Sacramento no se quede encerrada en un puro ritualismo o pietismo. Cristo, la Eucaristía, es la fuerza llamada a llevar la creación entera a su plenitud. Un auténtico y actualizado big band (gran explosión).

Preguntas para el diálogo y la meditación.

¿Comprendes tu participación en la Eucaristía como un injertarte en Cristo y en su obra salvadora?

¿Evitamos en nuestros ambientes eclesiales tanto el peligro de una relación con la eucaristía pietista y ritualista, como el de una acción y compromiso cristiano, social y político, totalmente independiente del Misterio Eucarístico?

¿Somos conscientes de la necesidad de una formación teológica (Catecismo de la Iglesia Católica) y moral (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia) para vivir como verdaderos cristianos y adoradores?


sábado, 20 de enero de 2018

DOMINGO 21 DE ENERO DE 2018, 3º DEL TIEMPO ORDINARIO

«VENID… OS HARÉ PESCADORES DE HOMBRES»

     La vida cristiana no es otra cosa que el seguimiento de Cristo. Es acoger la llamada de Jesús: “Venid conmigo”. Sería lo que San Ignacio de Loyola, en la segunda semana de los Ejercicios, -El seguimiento de Jesús-, nos propone, en resumen, seguir a Jesús. Sería vivir el Contigo y como Tú”.
     Así llama Jesús a los primeros, junto al lago. El lago como lugar donde transcurre la vida de la gente, donde se vive, se trabaja y se sufre. ¿Quieres venirte conmigo y vivir como Yo? Nuestra respuesta es: Contigo, Señor y como Tú. Sin ambigüedades. El Señor siempre nos llama desde la realidad de nuestra vida.
     No existe ninguna auténtica llamada del Señor que no sea a descubrir lo que decía Benedicto XVI, que se comienza a ser cristiano no por una orientación moral o ética sino por un encuentro con Jesús que te cambia la vida y la orientación de la misma. Todo hombre o mujer que se encuentra con Jesús, lo primero que descubre es una mirada que te invita a seguirle. “Vente conmigo y vivirás”.
     Esta es la razón de la vocación, de toda llamada que luego irá aterrizando en el sacerdocio, la vida consagrada, en el matrimonio, pero siempre tiene como base una mirada de Jesús que seduce y enamora y que te lleva a vivir con los sentimientos de su Corazón. Sin esta base, sin este encuentro en el corazón de la vida, en el lugar de la existencia, no vendrá lo demás.
     Todo llamamiento de Jesús es una seducción a vivir con Él. Muchos cristianos viven el seguimiento de Jesús, la vida cristiana, como “una carga” que hay que llevar como se pueda. Es verdad que a veces no es fácil seguir a Jesús con todas las consecuencias, pero tenemos que vivir desde el encuentro con Jesús la vida cristiana como “lo mejor de la vida”

 +Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres